“Corona o comida”, un escueto mensaje escrito con tiza azul en el asfalto de una calle del Pequeño Haití, una zona comercial ahora desierta en el centro de Santo Domingo, resume la precaria situación de los inmigrantes haitianos en la República Dominicana.
La orden de cerrar los comercios y negocios no esenciales también ha golpeado duramente a muchos dominicanos, pero a diferencia de estos, los haitianos no pueden optar a las ayudas sociales que el Gobierno ha puesto a disposición de sus ciudadanos para mitigar el impacto de la crisis causada por el coronavirus.
UN PAÍS CERRADO
Frandy Alexander Remy, un pintor de brocha gorda, lleva casi dos semanas de brazos cruzados, desde que el presidente dominicano, Danilo Medina, anunció el estado de emergencia; el dinero ya no le alcanza para costearse un plato de comida o el alquiler.
Sin un céntimo en el bolsillo, lleva cuatro días sin pagar los 200 pesos diarios (unos 3,6 dólares) que cuesta una habitación en la pensión en la que vivía, así que su casero lo echó a la calle, en momentos en los que está en vigor un toque de queda.
Para “todo el mundo está feo. Yo no tengo dónde parar para dormir, yo no tengo ni ayuda. Yo no sé quién me va a ayudar hoy para dormir. La Policía no quiere a nadie en la calle de noche. ¿Qué voy a hacer yo, mi hermano?”, masculla Remy.
“HAMBRE”
En las calles del Pequeño Haití, o en el mercado callejero de la avenida Duarte, poblado tanto por haitianos como por dominicanos, la palabra que más se oye es “hambre”.
Un vendedor haitiano, Euflido Lafortune, mientras pone en orden las cerezas y chinolas (maracuyás) de su puesto ambulante, dice que no hay compradores en la calle desde hace tres semanas.
“La gente está pasando hambre (…). Estoy hace cinco años aquí y nunca he visto algo así”, lamenta.
Sin perspectivas de obtener sustento en las próximas semanas, al menos 1.100 haitianos han regresado a su país desde el cierre de fronteras, el pasado 16 de marzo, según datos de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).
LAS OBRAS PARADAS
Las obras de construcción, sector en el que trabaja el grueso de la comunidad haitiana en la República Dominicana, están completamente paradas desde la entrada en vigor del estado de emergencia, el 19 de marzo.
En una torre residencial en obras -una de las muchas que brotan en cualquier calle del exclusivo sector de La Esperilla- se han refugiado nueve trabajadores haitianos que no tienen adónde ir.
El patrón paró la obra el día en el que entró en vigor el estado de emergencia y entregó 1.000 pesos (unos 18 dólares) a cada uno de los obreros, que no volverán a cobrar hasta que se retome la construcción.
“Nos dio mil pesos, al otro día de la semana se fueron los mil pesos comprando agua y comida. Estamos aquí sin esperanza, nadie sabe”, resume uno de los obreros, Michael Saint Paul, conocido como Carlitos.
La mayoría de los obreros se fue de Santo Domingo, pero ahora, apunta Carlitos, “ya no hay guaguas en la calle”, puesto que ha sido prohibido el transporte público y ya no tienen medios para marcharse.
Sin tener adónde ir, los obreros pasan los días charlando o escuchando música en el celular y duermen en unos cartones en la planta baja del edificio en obras, que publicita sus apartamentos más baratos a 99.000 dólares la unidad.
LAS AYUDAS A LOS DOMINICANOS
El Gobierno dominicano anunció esta semana un importante aumento temporal de los subsidios que entrega a 811.000 familias de bajos ingresos por medio de la tarjeta Solidaridad, que se usa para adquirir alimentos, gas propano y pagar un porcentaje de la tarifa eléctrica.
El poder adquisitivo de esas familias pasará de 1.500 a 5.000 pesos mensuales (de 27 a 92 dólares) mientras dure la crisis del coronavirus, del que ya se registran 581 contagios en el país.
Esas nuevas ayudas no llegan a la comunidad haitiana, que en su gran mayoría está en condición irregular, así como a miles de dominicanos dedicados al comercio informal y que se han visto privados de su sustento habitual desde la semana pasada.
Una dominicana llamada Anilda, que se dedica a vender objetos de segunda mano en un puesto en el Pequeño Haití, asegura que no recibe ningún subsidio y le lanza un mensaje al presidente Medina: “El hambre está desesperando a las personas”.
“Le aconsejo al presidente que él se haga cargo, que vaya casa por casa de los más necesitados a coger su número de teléfono para llevarles de qué comer a las personas. Porque las personas están pensando: o nos va a matar el coronavirus o el hambre”.