Mientras la mayor parte cumplen las medidas de aislamiento, existen personas que mantienen limpia la ciudad.
Muchos se acostumbraron a que los superhéroes son aquellos personajes de las series de televisión con súper poderes que combaten a villanos, pero esta pandemia nos mostró que los verdaderos superhéroes de carne y hueso son aquellos que a pesar de los riesgos de contagio, están día a día en las calles e instituciones manteniendo limpia la ciudad.
Sus antifaces son las mascarillas quirúrgicas, sus trajes especiales son los overoles blancos o verdes, y sus armas son los guantes, escobas, recipientes y recogedores con los que toman cada uno de los desperdicios que dejan las personas.
Desde las 05:00, terminado el toque de queda establecido por el Gobierno Nacional ante el COVID-19, salen a cumplir con sus jornadas laborales hasta las 12:00, dos horas antes de que nuevamente entre en vigencia la medida.
Esto, mientras la mayoría de los ciudadanos cumplen con las disposiciones preventivas y se quedan en sus hogares para no correr más riesgos y proliferar el número de contagios en Cuenca, que hasta la mañana de ayer, se mantenía en 37 casos positivos.
La fe
“Desde hace 13 años llegue del Perú, porque un hermano radicaba en Cuenca. Entré a trabajar en el área de limpieza de calles, parques y jardines de la Empresa Municipal de Aseo de Cuenca (EMAC-EP)”, dijo Martha Abanto, de 37 años de edad, una de las trabajadoras que reside en la parroquia El Valle con sus sobrinas.
Ella, en su motoneta llega a las zonas donde le corresponde la limpieza ante la falta de buses urbanos como otra de las medidas adoptadas por las autoridades debido a la pandemia. “Me protejo bien, me pongo la mascarilla, los guantes y me encomiendo a Dios para regresar sana a la casa”, aseguró.
Citó que corre algunos riesgos en su trabajo, como que las personas dejan tiradas las mascarillas y los guantes usados en las calles, lo que le toca recoger con mucho cuidado. Manifestó que sus jefes decidieron que trabajen por grupos por ahora, es así como una semana trabajan unos y la siguiente otros, “gracias a Dios a ninguno de mis compañeros les ha pasado nada”.
Necesidad
Con su escoba de madera y su recogedor de metal, Fausto Arévalo, de 55 años de edad, ayer limpió un segmento de la avenida Remigio Crespo, una de las más transitadas y de movimiento comercial que ahora es todo lo contrario desde la aparición del coronavirus. Él, que reside por la Virgen de Bronce, también lleva 10 años como trabajador de la EMAC-EP.
“Si me da recelo de limpiar las calles en estos instantes, pero hay que hacerlo. Mis hijos ya mayores de edad, cuando me ven que salgo a trabajar me dicen que me cuide, y les digo que me encomiendo a Dios para que me proteja, y cumplir con mis obligaciones laborales sin problemas”, dijo Arévalo.
Estos dos humildes trabajadores, concuerdan en que requieren del apoyo de todos los cuencanos para tratar de ensuciar menos la ciudad, y si lo hacen, pensar que hay personas que recogen las basuras que también tienen familias que los esperan en casa.
VINCULADA
Trabajar en medio del riesgo
Los camiones de recolección de basura trabajan con normalidad por las calles de la ciudad, cumpliendo con sus turnos para no generar un problema de insalubridad, pese al nerviosismo por el virus.
Dentro de este grupo de trabajadores, están quienes se encargan directamente de la recolección de los desechos biopeligrosos, significa los que generan los hospitales y clínicas incluso las que tratan los casos de coronavirus.
Cristian Vásquez, de 35 años de edad, uno de los dos responsables en la recolección de este tipo de desechos, expresó que a raíz de las decisiones del Estado se labora con “miedo de uno contagiarse y de ser un puente que lleve la enfermedad a mi hijo de cuatro años o mi esposa y el resto de la familia”. Dijo que antes no existían estos problemas, pero ahora primero confiando en Dios, y luego cumpliendo las normas de seguridad de la empresa, realiza su labor.
Vásquez indicó que junto a su compañero Daniel Calle recogen los desechos de los hospitales Vicente Corral Moscoso, del José Carrasco Arteaga (IESS), Monte Sinai, de la clínica Santa Inés, entre otras.
Recordó que los primeros días su esposa tenía recelo de que él abrase a su hijo cuando llegaba de laborar, pero ahora ya es menos dicho sentimiento, “me llama tres veces al día para saber como estoy”.
Finalizó pidiendo a los ciudadanos que acaten las medidas del Estado, y aprovechen la oportunidad de quedarse en casa, “el toque de queda véanlo como seguridad para todos”. (BPR)-(I)