Medio ambiente y armonía

Está bien que se reclame por los derechos fundamentales de los ciudadanos contemplados en la Constitución y en los estatutos de organismos internacionales, pero asimismo es necesario cumplir con los deberes y obligaciones que cada uno tiene. Como en todos los actos humanos, aquí también debe existir un balance entre lo que se tiene que exigir y en lo que se debe practicar, pues el equilibrio trae consigo la armonía en la especie y el medio ambiente. Es el caso, por ejemplo, de cuidar con respeto y solidaridad el hábitat que beneficia a los que hoy residimos en este prodigioso planeta, pero también a los que nos reemplazarán.

En esta experiencia insondable que vivimos adviene un nuevo reto para el mundo: detener el acelerado deterioro del ecosistema. La voz de alarma ya se dio por los efectos extraños de los fenómenos naturales: cambios abruptos de las estaciones, inviernos y estiajes prolongados y profusos, terremotos y tsunamis devastadores, aparición de extrañas enfermedades como este de Covid-19 o la proliferación de cánceres de piel, extinción de especies marinas y terrestres… Todo esto como consecuencia del “desarrollo” de  las “civilizaciones” modernas con el progresivo crecimiento de las ciudades, la proliferación de la industria con emisiones contaminantes a la atmósfera, la destrucción inmisericorde de los bosques y de la selva, la contaminación tóxica en ríos y mares, las sobre producciones de residuos y población humana, todo lo cual ha contribuido a la destrucción del ecosistema.

Nuestro país es una potencia natural única en el mundo y como tal, es obligación del buen ciudadano cuidar de ella y prevenir se siga dañando el hábitat y contribuyendo a mutaciones de genes que luego se revierten como enemigos imparables de la especie. Concienciar a las personas hacia una mentalidad responsable y solidaria con el ecosistema es una de las prioridades de las autoridades, del sistema educativo, de las iglesias, de los medios de comunicación, de todos. Solo así evitaremos los fenómenos catastróficos que están llegando.

Leyes hay suficientes para castigar a todo mal ciudadano que atente contra la vida y la naturaleza, pero nadie las hace cumplir y menos existen campañas sugerentes y permanentes para abonar por la bioética, disciplina hoy por hoy en la que más se debe estudiar en la educación formal e informal. Hay que insistir que solo la educación sostenida y concienciadora será la más efectiva para detener la matanza universal. (O)

REM

REDACCION EL MERCURIO

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