Conseguir un entierro digno se ha convertido en una quimera en la ecuatoriana Guayaquil, donde los servicios sanitarios y funerarios han colapsado ante la rápida propagación del coronavirus y pese a los intentos del Gobierno para agilizar la recogida de cadáveres.
La sensación de muerte se ha expandido particularmente por aquellos lugares donde los familiares han preferido sacar a la calle a sus seres queridos fallecidos, dentro y fuera de ataúdes, antes que mantenerlos en casa a la espera de una funeraria.
A LA ESPERA DEL LEVANTAMIENTO
Segundo Castañeda, de 59 años, sucumbió el sábado por la noche a los embates del COVID-19 en su domicilio del barrio Monte Sinaí, al noroeste de Guayaquil.
«Tras todos los intentos a través del 911 para que lo retiraran, logramos hoy sepultarlo gracias a una acta de defunción y a través de los trámites con la funeraria», indicó a Efe su sobrina Jessenia Castañeda.
Guayaquil, con 2,3 millones de habitantes, es la ciudad más castigada de Ecuador por el virus, y concentra alrededor del 47 por ciento de los 2.748 casos en todo el país.
Peor es la situación en el conjunto de la provincia de Guayas, de la que es capital, porque entonces el porcentaje de contagios salta hasta el 70,5 por ciento del cómputo nacional.
Per cápita, la provincia entera es de las regiones más infectadas del mundo, a pesar de que según las estadísticas oficiales el ratio de propagación parece haberse frenado en la última semana (de una duplicación cada uno o dos días del 16 al 22 de marzo, a cada seis o siete en la del 23 al 29).
ZONA MILITAR ESPECIAL COMO REVULSIVO
El mismo período que el Gobierno de Lenín Moreno puso la zona bajo un mando conjunto civil y militar para impedir la salida a las calles de buena parte de la ciudadanía que ha hecho caso omiso de las instrucciones de toque de queda ordenado el pasado 16.
Esa desobediencia, que indignó al máximo mandatario, contribuyó a una rápida expansión desde que el 29 de febrero se confirmó el primer caso, el de una ecuatoriana ya fallecida que residía en España.
El elevado número de contagios en Guayaquil -Quito por ahora suma 245- empieza a cobrarse, dos semanas después, un creciente número de vidas, y provocar el colapso de centros sanitarios y de todos los mecanismos que deben apoyar la recolección de cadáveres y su enterramiento.
Pero el problema no parece ser tanto el número de fallecidos por el virus en sí, unos 60 en toda la provincia de Guayas (suroeste) de los 93 en todo el país, como el colapso administrativo y el desconocimiento de las razones de aquellos que fallecen en casa, que hacen temer a los funerarios un posible contagio.
Ecuador, el segundo país de sudamérica en número de positivos y fallecidos por la COVID-19 después de Brasil, registra otros 75 casos de «fallecimientos probables» a raíz del virus, pero los muertos por otras razones exceden a diario esa cifra en varios cientos por cien.
LAS REDES COMO ALTAVOZ
«Lo retiraron luego de cinco días de permanecer en casa, luego de cinco días muerto», se quejaba hoy a Efe Luigi Ponce, sobrino de Fredy David Anastacio Alvarado, muerto a los 48 años en un suburbio del suroeste de Guayaquil.
Explicó que tuvo que «presionar bastante a través de las redes sociales» para conseguir la retirada del cadáver, y que sólo «la madrugada del martes llegó la Policía y Medicina legal para efectuar el levantamiento».
En una entrevista con Efe, Jorge Wated, jefe de la Fuerza de Tarea Conjunta desplegada en Guayaquil para frenar la ola de contagios, explicó que en estos momentos la presencia de cadáveres en las viviendas «está relacionada con la poca capacidad que tienen las funerarias de la ciudad de dar sus servicios mortuorios en conexión con los camposantos de Guayaquil».
El Gobierno de Ecuador anunció el lunes que construirá un camposanto para enterrar de forma digna a los muertos de Guayaquil, descartando iniciativas como la de que se cavaría una fosa común.
A las funerarias desbordadas de trabajo, se sumaron otras, generalmente pequeñas, que se niegan a seguir los procesos por temor a contagios al desconocer la causa del fallecimiento.
Pero los trabajos de recolección acelerada han comenzado y hoy era notorio el ir y venir de coches fúnebres y camionetas de todo tipo en los cementerios de la provincia.
ARRECIAN LAS SEPULTURAS
«Son demasiadas personas las sepultadas por día, no tengo el número exacto, pero son demasiadas. Estamos super ocupados», señaló a Efe una encargada de la funeraria «Alache», situada frente al hospital «Teodoro Maldonado» de la Seguridad Social ecuatoriana, en el sur de Guayaquil.
Por su parte, una fuente del cementerio y funeraria «Jardines de Esperanza», aseguró que «el número de sepelios por día supera los sesenta», independientemente de la causa de fallecimiento.
Allí, bajo el casi irónico mensaje de un «Homenaje a la vida», Efe constató este miércoles la llegada de más de treinta féretros, algunos trasladados por coches fúnebres, pero la gran mayoría por los propios familiares que habían conseguido un ataúd y preferían poner fin al sufrimiento.
Empaquetados en plástico, como para evitar la contaminación o el hedor a muerto, antes de entrar al camposanto un obligado ritual de fumigación, tanto del difunto como del vehículo, antes del último adiós a las víctimas, o no, de la pandemia. EFE