Consuelo de tontos o consuelo de todos. Ambas frases son válidas, dependiendo de la situación y las expectativas de las personas que recurren a este refrán. Desde un punto de vista se puede usar para deshacerse de responsabilidades que deben asumirse al eliminar culpabilidad directa. Desde otro, la generalidad de un problema negativo incentiva la solidaridad, no como un comportamiento ocasional, sino como un deber con la conciencia de que se saldrá adelante si todos colaboramos, ya que actitudes aisladas son insuficientes. La vida humana implica una secuencia de problemas y soluciones, pero en algunos casos, superan el ritmo cotidiano y requieren comportamientos y colaboraciones alejados de la rutina.
La crisis de coronavirus que nos acosa nos permite reflexionar sobre el diferente sentido del refrán. Nos ha llegado luego de que apareció en el país más poblado que actualmente es la segunda economía del mundo y dispone de muy avanzada tecnología en diferentes áreas. Se generalizó muy pronto en países europeos considerados los más desarrollados del planeta y en Estados Unidos, pese a la arrogancia de su actual presidente. En nuestro caso, no podemos atribuir esta enfermedad al nivel de desarrollo bajo ni a políticas irresponsable de gobiernos. El virus se caracteriza por su “democracia” integral ya que los niveles económicos, el desarrollo y subdesarrollo, no pueden detenerlo.
No hay elementos de juicio suficientes para anticipar la superación de esta pandemia. Lo que cabe es evitar que se propague lo menos posible mediante diversas formas de aislamiento. La insuficiencia del sistema de salud y la reclusión en casa son medidas adoptadas en todas partes, y no tenemos porqué ser una excepción. Lamentarse de nuestras limitaciones y efectos negativos no soluciona el problema. Lo que importa es tomar conciencia que se trata de un fenómeno universal y que cada quien debe tomar conciencia de cuál debe ser la actitud que debe asumir, no sólo para cuidado individual sino global.