Una serie de procedimientos propios de la vida diaria, hasta hace no muchos años, estaban en el universo de la ciencia ficción. Los avances tecnológicos de los últimos tiempos los han convertido en parte de la realidad. En buena medida la historia de la humanidad, de manera especial de su progreso, es la historia de los cambios tecnológicos. Hoy, a través de la televisión, podemos mirar directamente los efectos de la pandemia en países casi antípodas como China; antes había que esperar meses para enterarse de un acontecimiento. Algunas de estas innovaciones, inicialmente manejadas solo por “sabios, son accesibles a personas comunes y corrientes, lo que incide en innovaciones de hábitos comunes.
La crisis que nos afecta en nuestros días, muestra con mucha claridad su eficiencia para solucionar problemas, antes considerados insolubles. Un ejemplo es la educación; la obligada reclusión en casa ha hecho que se cierren los centros educativos, pero en buena medida, no se ha detenido el proceso porque, desde sus domicilios, a través de la informática, muchos estudiantes la continúan, superando el temor a la involuntaria pérdida de un año o ciclo. Como medida ocasional y auxiliar se recurría ya este procedimiento. En las forzadas condiciones ha debido generalizarse con los obstáculos y limitaciones que conlleva.
Si podemos hablar de ventajas de la pandemia, el afinamiento y generalización de este proceso es una de ellas. Por una parte, las instituciones dedicadas a la educación, comenzando por el ministerio, deben empeñarse en mejorar el sistema para que las innovaciones informáticas se generalicen con los consiguientes cambios metodológicos. En otro tipo de trabajo que requería la presencia en oficinas, un importante número de empleados lo continúan “on line” con las consiguientes ventajas para empleados y empleadores. No sabemos en qué medida se universalizarán estos cambios, pero es esencial prepararnos para aprovecharlos positivamente.