Deber y solidaridad

Las instituciones públicas deben asumir decisiones fundamentadas, creativas e inteligentes para enfrentar la crisis asumiendo como objetivo central precautelar la vida, alimentar a la población más pobre, asegurar la provisión de alimentos y servicios básicos e iniciativas para revitalizar la economía.

Nos tocó enfrentar la crisis sanitaria, económica y social en un país saqueado, endeudado, donde campea el cinismo, la desvergüenza y una moral pública corroída y permisiva a la corrupción. Hoy tenemos incertidumbre, temor, dolor, lágrimas y sufrimiento. Pero aun en estas condiciones extremas nunca vividas, tenemos que ponernos de pie y derrotar la adversidad.

Para ello todos los ciudadanos con las limitaciones de las circunstancias, debemos cumplir nuestros deberes responsablemente, con inmensa solidaridad y generosidad, comportamiento que también debemos exigir a los líderes políticos para que se actúe con sensatez, sensibilidad, humanismo, sin politiquería, olvidándose por un momento de cálculos electorales e hipócritas frente a un pueblo con duelo diario.

Es el momento de actuar con estoicismo, por lo tanto, con rectitud, honradez, con testimonio y autenticidad, pensando que, ante una realidad tan trágica, todos debemos contribuir a encontrar soluciones objetivas, justas no ventajistas para tal o cual sector privilegiado, porque de esta pandemia o salimos todos adelante con solidaridad o nos hundimos con el egoísmo perverso.

Ningún barrio, parroquia, cantón, provincia o región puede superar la pandemia aisladamente y por ello si Guayaquil, La Troncal, Babahoyo, Manabí, Palora, Quito, Cañar o Galápagos están mal todos estamos mal, porque desde cualquier lugar del país se estará irradiando el contagio viral. La seguridad es para todos o para nadie. Igual ocurre en el mundo porque todos estamos interrelacionados globalmente.

Por ello cobra más sentido la solidaridad nacional y el gobierno debe actuar con previsión, sensatez y en función de un pueblo agobiado para generar cohesión y unidad social para encarar la crisis y aislar a aquellos que pretenden aprovechar la desesperación popular para desestabilizar el país con fines oligárquicos o para evadir la justicia por el atraco a los fondos públicos. No al aventurerismo político. (O)

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