EDITORIAL|
Todo parece indicar que en este mes de mayo que se inicia, vendrán los primeros pasos para la reactivación de la economía. Hay un consenso total en que lo fundamental hoy y desde el mes de marzo, era y sigue siendo el combate a la pandemia a través de la lucha contra el contagio del COVID-19. Pero también hay un consenso total en que deben acelerarse los pasos para reactivar la economía, guardando por supuesto los más altos niveles de seguridad para la población. Reactivar la economía implica volver al trabajo por sectores y en forma ordenada. Hay campos en que puede y debe permitirse esa reapertura.
Durante los meses anteriores al surgimiento de la emergencia sanitaria, el problema que mayormente afectaba a la ciudadanía era el de la falta de trabajo. El nivel de desempleo venía creciendo en forma sostenida más allá de que las autoridades laborales trataban de disimular ese fenómeno a través de terminologías como que hablaban de subempleo o de empleo inadecuado, cuando en realidad la mayoría de esos casos son de desempleo. Seis de cada diez personas en capacidad de trabajar no tienen empleo fijo en nuestro país y esa es una realidad lacerante porque significa que la mayoría de los ecuatorianos vive sin seguridad de su futuro.
El paro protagonizado por los transportistas primero y luego por la dirigencia indígena en el pasado mes de octubre fue un golpe demoledor para la economía ecuatoriana. Significó millones de dólares perdidos y miles de puestos de trabajo que desaparecieron. La inseguridad creció y como consecuencia, la inversión se alejó. Sobre esa situación de extrema gravedad, el impacto de la emergencia sanitaria resulta un golpe demoledor para la economía de la gente. Crecen las cifras de cierre de empresas y de pérdida de miles de empleos. Para colmo, las decisiones en el campo laboral son confusas y a veces contradictorias en estos días con lo cual el problema agrava.