Irreal es un país en el que todos sus habitantes tengan total igualdad económica; no ocurría ni en los Estados socialistas marxistas. Es repudiable que estas desigualdades lleguen a condiciones extremas existiendo un porcentaje de la población en extrema pobreza, como ocurre en nuestro país. Cuando tienen lugar crisis como la que vivimos desde hace varios días, esta extrema desigualdad se pone de manifiesto con más crudeza y, debido a los avances en comunicación, a través de la televisión se puede apreciar de manera más directa e impactante este problema, sobre todo en los sectores urbanos en donde vive más del 60% de la población del Ecuador. Esto es más dramático en las grandes ciudades.
Para evitar la contaminación por el Covid-19 se ha implantado la medida del aislamiento domiciliario y son frecuentes las noticias de personas que no lo cumplen y salen a las calles. La primera impresión es que se debe a indisciplina y falta de colaboración ciudadana, lo que puede darse en algunos casos. Pero si consideramos que un importante porcentaje de la población sobrevive con los magros ingresos económicos de su trabajo diario, es explicable esta inobservancia ya que su cumplimiento conllevaría una amenaza a su existencia, peor aún si es que hay niños que dependen.
De la información mundial que tenemos, se trata de una pandemia urbano que contribuye a la disminución de conglomerados de habitantes que este tipo de vida exige. En el sector rural esta aglomeración es mucho menor ya que las viviendas están aisladas y en la actividad agrícola las personas están a distancia. En todo caso, sobre todo si se trata de pequeños agricultores, su sobrevivencia depende en buena medida del ingreso de sus ventas que tienen que ser inmediatas ya que no pueden acumularlas. Esto explica que en algunos sectores de la ciudad haya estas pequeñas ventas. No pretendemos oponernos a la medida, pero vale la pena en algunos casos comprender su incumplimiento.