Simón Azpiroz: En América Latina además del coronavirus está el «hambrevirus»

Simón Azpíroz dejó Pamplona hace doce años con la vocación de realizar un «sacerdocio hospitalario» como misionero en América Latina, en países como Bolivia, Cuba o Ecuador, donde se encuentra ahora y donde admite que «además del coronavirus está el hambrevirus».

Azpiroz lo conoce de primera mano y sabe que también «acaba creando estragos» según explica Efe, por lo que su objetivo es «ayudar lo máximo posible a la población» desde el albergue que la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios tiene en Quito, donde en estos momentos convive con otras 30 personas.

De normal, el local tiene una capacidad para 60 personas «sin incluir a los hermanos» que viven allí, pero, «de acuerdo a las normas», tuvieron que hacer una selección y quedarse con «las más vulnerables» y con menos recursos antes de cerrar las puertas del albergue, explica este misionero de Navarra (región del norte español)

Ecuador se encuentra entre los países de Latinoamérica con más casos de coronavirus y ya supera la barrera de los 20.000 infectados, algo a lo que desde las instituciones hacen frente con medidas «similares a las que ha tomado España», comenta Azpiroz.

Ambas naciones decretaron el estado de alarma a mediados de marzo y en el caso de Ecuador se impuso el uso obligatorio de mascarillas y un toque de queda «a partir de las dos de la tarde». Sin embargo, no fue suficiente para frenar la expansión del virus en ciudades como Guayaquil.

Situada en la costa del Pacífico y con más de 2,2 millones de habitantes «que no respetaron las medidas que se tomaron», esa ciudad acabó siendo la «más golpeada» por el virus, pues «la mitad» de los casos registrados en Ecuador se localizan allí, según asegura Azpiroz.

«Fue un caos», así lo califica el misionero navarro, que relata cómo «colapsó el sistema sanitario y las familias tenían miedo de salir», además de «miedo al contagio» si tenían en sus casas a los difuntos, por lo que algunas personas «sacaron los muertos a la calle».

LA SOLIDARIDAD, ÚNICA VACUNA CONTRA EL «HAMBREVIRUS»

A pesar de esta situación, Azpiroz trata de aportar su granito compartiendo aquellos alimentos que les llegan al albergue «con personas del barrio y otras instituciones que lo necesitan», pues esa es la única vacuna existente para paliar el «hambrevirus».

Así define el misionero a una enfermedad mucho más extendida y más letal que la Covid-19: el hambre.

Según las previsiones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, la pandemia podría hacer que la cifra de personas que padecen hambre en todo el mundo casi se duplique hasta alcanzar los 265 millones.

Sin embargo, como «hombre de fe» prefiere ayudar a los demás a que «vean este momento difícil desde la óptica de la esperanza», pues considera que ese es el papel fundamental de la Iglesia católica en esta pandemia.

Es por eso que confía en que estas jornadas de confinamiento sirvan como una «oportunidad de conocernos a nosotros mismos, de reflexionar, de crecer y de madurar», pues está convencido de que «saldremos fortalecidos», más humanos y más conscientes de que «Dios no nos va a abandonar».

Aún estando al otro lado del charco, se niega a abandonar la conexión que le une desde 1974 con su Pamplona natal y por eso llama todos los días a su madre, que «ahora está sin salir y es viuda».

De Pamplona salió hacia Cochambamba (Bolivia) con una beca, antes de descubrir su vocación al sacerdocio hospitalario.

Según el Arzobispado de Pamplona, hay 657 misioneros navarros repartidos por todo el mundo. EFE

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