En el castellano tenemos multitud de herramientas lingüísticas y cuando queremos expresar que en determinada época hay abundancia de tal producto o suceso utilizamos el “tiempo de…”, así por ejemplo, hasta hace no muchos años cuando venían las esbeltas y guapas guayaquileñas a invernar en Cuenca, era común referirse al hecho como “tiempo de monas”, e igual podríamos decir del “tiempo de capulíes”, del “tiempo de choclos”, del “tiempo de cometas”, etc. Pues ahora, y dadas las circunstancias rarísimas que estamos viviendo, no resulta traído de los cabellos el referirse a las mismas como el “tiempo de semáforos”. Pues habla de semáforos hoy el motorizado de las entregas a domicilio, el taxista, la tendera, el artesano, el profesional, los estudiantes, los agentes del orden, las amas y los amos de casa, ¡y claro! las autoridades.
Y como decía Jack El Destripador: “vamos por partes”, y he ahí que el primer semáforo se instaló el 15 de diciembre de 1868, en Londres, tenía brazos movibles y lámparas de gas rojas y verdes para las noches, era, accionado por una persona. En 1910 se instaló el primer semáforo automático, pues ya se habían sucedido los primeros accidentes de tránsito y, cuando no, los primeros choferes en “pasarse en rojo”. En 1917, según unos en San Francisco y según otros en Cleveland, USA, se instalaron los primeros semáforos automáticos y con luces rojas y verdes. En el Ecuador, el primer semáforo se instaló en Guayaquil en 1957 en la intersección de Olmedo y Chimborazo. En Cuenca, los primeros semáforos se instalaron en la década de los 70, en la calle Bolívar.
Ahora hemos avanzado tanto que ya hay dos clases se semáforos: los “lelos”, que serían los antiguos, y los inteligentes, que cambian de color cuando les da la regalada gana, son autosuficientes. También hay semáforos para los productos alimenticios, que son la tortura de los gorditos y de los que tienen el colesterol o la presión arterial elevados. Y la novedad, los semáforos “cuarenténicos”, que a partir de hoy, increíblemente, van a regir nuestra vida y actividades. ¡Respetemos la luz roja!