OPINIÓN|
La historia de la humanidad está llena de mitos, antecedentes, testimonios, leyendas. Tradiciones; nos recuerda algo, motiva, despierta nuestro subconsciente individual y colectivo, están presentes en el quehacer cotidiano y se convierten en norma de convivencia, como el día consagrado a la madre. Homenaje y celebración universal. Cambia la fecha en diferentes lugares, pero se mantiene su significación de honra y festejo. Hoy pasamos por una época muy difícil, como aquellos momentos aciagos que
consta en las crónicas de todos los tiempos, hace falta mayor convivencia dentro de la familia, diálogos constructivos, no para vigilar, controlar, sino para inculcar lo que valen la vida y la libertad, un punto de partida para sembrar en terreno fértil, compartir juntos el pan de cada día con quien nos dio la hermosa posibilidad de otorgarnos la existencia, con la gracia de todo su ser y el orden de la música. Y los hijos son como los niños despiertos en la noche que buscan a la madre y al encontrarla esconde el rostro en su regazo. ¡Madre dinos en donde se esconde tu silencio que quiero llenar de canciones tu corazón! La dulzura de esta palabra llena todo nuestro ser y me olvido del mío como cuando el sol mañanero levanta la niebla. A lo mejor la madre responderá: «Hay llanos en mi silenciosos, desnudos, los campos de mis días de trabajo, soledades de aire y luz». (O)