OPINIÓN|
Mientras los altos y bajos de la curva de contagio del covid-19 en Ecuador se convierte en un caso de estudio singular en el mundo, y el dramático número de víctimas que ha producido esta pandemia nos ha llevado a ser el país con mayor letalidad en Sudamérica, la desesperanza y la desolación se incrementa de manera paulatina y sostenida en la ciudadanía frente a la mega crisis que empezamos a vivir. La ausencia de liderazgo político en medio de un escenario de corrupción y tráfico de influencias, no ha hecho más que reciclar a oscuros personajes de la política y del círculo cercano del ex presidente Correa, así como activar, de manera peligrosa, voces que pretenden “pescar a río revuelto”. De allí, en estos tiempos en que la realidad del país ha desbordado la capacidad de un gobierno que va de tumbo en tumbo, la importancia de cultivar el buen hábito de “separar la paja del trigo”, así como prácticas ciudadanas que estructuren nuevas relaciones sociales y ambientales, mejoren la calidad de vida de manera integral y que nos lleve a atender nuestra individualidad, pero también a nuestra colectividad, a su ser bilógico, social, cultural y espiritual para poder satisfacer nuestras necesidades fundamentales, más allá de la necesidad creada de consumo. (O)