OPINIÓN|
Dos pedidos llamaron la atención en esta semana. El primero, el desentonado mensaje de Carlos Vera en las redes sociales, aprovechando la libertad para decir lo que quiere sin ser perseguido como en la época en la cual Correa le acalló, creyéndose un justiciero de última instancia, pidió al presidente Moreno dar un paso al costado y permitir la sucesión presidencial.
Vera es amigo muy cercano de los socialcristianos, especialmente de Nebot de quien es un adulador confeso; siempre le ha visto como el líder, como el ser único, el hombre nuevo que Nietzsche invocó más allá de la felicidad personal, y cuyo fin último es la concreción de un ideal esquivo, inalcanzable aún, como el sillón presidencial. Pero los sueños, sueños son, y esta atrevida insinuación recibió una estruendosa reprobación del pueblo ecuatoriano.
El segundo hecho, este sí importante, fue el pedido del presidente Moreno de eliminar las “contribuciones” de la Ley Humanitaria que a esta hora estaría ya por definirse en la Asamblea Nacional, como dijo en un twitter “escuchando a todos los sectores”, por la situación de un país ansioso de un equipo de trabajo unido para salir de la crisis, y mantener las “empresas en las que hemos puesto toda nuestra vida”. Un mensaje de apertura, muy alentador con el fin de alcanzar los acuerdos necesarios en la búsqueda de nuevos rumbos.
La mala noticia es que como siempre viene ocurriendo, los de la Revolución Ciudadana y Socialcristianos, bajo la complicidad de un sector bien identificado de caducos dirigentes laborales, unidos por el mismo cordón del populismo más rancio, ahora también pretenden se elimine la propuesta de las necesarias reformas a la legislación laboral para flexibilizar el mercado de trabajo y lograr que los emprendimientos surjan y quienes NO TIENEN EMPLEO, puedan alcanzarlo. Mientras el país requiere modernizarse, este grupo de obsoletos no entienden nada. La prioridad de ellos siempre será el bienestar personal y la estabilidad política. No hay duda. (O)