La cloroquina, la obsesión de Bolsonaro que tumba a los ministros de Salud

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha enarbolado la bandera de la cloroquina como salvación para el COVID-19 y ha ordenado su producción en masa al Ejército, una obsesión que ha provocado la renuncia del ministro de Salud, el oncólogo Nelson Teich, menos de un mes después de asumir el cargo.

El interés de Bolsonaro por este fármaco antipalúdico ha llevado a los laboratorios del Ejército a fabricar, en pocas semanas, 1,25 millones de comprimidos, sin que existan pruebas científicas sobre su verdadera eficacia contra la enfermedad, y ha precipitado la caída de Teich.

El mandatario ya destituyó al anterior ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, por defender a capa y espada las medidas de aislamiento social, que censura con vehemencia el líder ultraderechista, uno de los pocos líderes mundiales negacionistas sobre la peligrosidad del nuevo coronavirus.

Mandetta, que también se opuso a la aplicación indiscriminada de la cloroquina, cayó por las cuarentenas y Teich ha dimitido este viernes después de que el gobernante le exigiera públicamente recomendar su uso para todo tipo de pacientes con COVID-19.

«Yo soy comandante, presidente de la República, para decidir, para llegar ante cualquier ministro y decirle lo que está pasando. Esa es la regla, ese es el norte», aseveró en la víspera Bolsonaro en una reunión virtual con empresarios.

Días atrás, el ahora exministro fue taxativo: «Una alerta importante, la cloroquina es una medicamento con efectos colaterales».

El Ministerio de Salud recomienda el uso de cloroquina solo para cuadros graves de COVID-19 y lo liberó apenas para los pacientes que acepten someterse a ese tratamiento de forma voluntaria.

En medio de este debate sanitario convertido en «guerra» política, la curva se dispara en Brasil, que ya registra casi 14.000 muertes y más de 200.000 casos de coronavirus desde finales de febrero.

BOLSONARO ORDENA AL EJÉRCITO PRODUCIR CLOROQUINA EN MASA

A pesar de que el Consejo Federal de Medicina (CFM) concluyó que «no hay evidencias sólidas» de que «tenga un efecto confirmado en la prevención y el tratamiento» del COVID-19, Bolsonaro, capitán de la reserva del Ejército, defiende su aplicación hasta para los casos leves.

En una ocasión dijo incluso que recetaría cloroquina a su madre, si llegara el caso.

La fe ciega del jefe de Estado en el fármaco le llevó a ordenar al Laboratorio Químico Farmacéutico del Ejército que encendiera todos sus motores y aumentara su producción, lo que ha cumplido en niveles nunca antes vistos.

Hasta mediados del mes pasado ya había fabricado 1,25 millones de comprimidos, lo que supone un incremento del 900 % en relación a las cerca de 125.000 unidades que producía en un año entero para tratar enfermedades como la malaria o el lupus.

El Gobierno de Bolsonaro también eliminó los impuestos para la importación de fármacos con cloroquina y solicitó a la India, uno de los principales suministradores de medicamentos genéricos del mundo, un cargamento de materias primas para su elaboración en Brasil.

«Si se desarrolla un antivírico, la situación podría casi normalizarse y eso es lo que Bolsonaro quiere, un medicamento que posibilite» la vuelta a la normalidad, «aunque no tenga apoyo científico», dijo a Efe el analista y sociólogo, Alberto Almeida, especialista en marketing político.

BOLSONARO, TRUMP Y MADURO, UNIDOS POR LA CLOROQUINA

Bolsonaro se alinea a otros líderes mundiales, como su homólogo estadounidense, Donald Trump, quien también apoyó el uso de la cloroquina en su país, epicentro mundial de la pandemia, así como el de Remdesivir, que se usa contra el ébola.

El presidente brasileño ha manifestado en diversas ocasiones su admiración por Trump y prueba de ello es que ya ha viajado cuatro veces a Estados Unidos con menos de año y medio en el poder.

Pero la pandemia también está siendo capaz de unir a los polos opuestos. El mandatario venezolano, Nicolás Maduro, que Bolsonaro tilda de «dictador» y al que no reconoce como presidente, también ha defendido públicamente el uso del antipalúdico como remedio para el COVID-19.

«Felicito al personal científico de la salud de nuestro país, quienes trabajan con buena fe y amor para proteger la salud del pueblo. Con ellos avanzamos en la producción de Cloroquina Difosfato, fármaco efectivo para el tratamiento contra el COVID-19», escribió este viernes en sus redes sociales.

LA COMUNIDAD CIENTÍFICA RECELA DE LA CLOROQUINA

Entre los investigadores brasileños existe un clima de cierta cautela con respecto a la cloroquina, pues alertan del surgimiento de arritmias cardiacas, entre otros efectos secundarios, durante su aplicación que pueden llevar a la muerte del paciente.

«Quedó bien claro que la cloroquina que es un asunto cerrado», afirmó a Efe Mauricio Lacerda, profesor de enfermedades infecciones y virología en la Facultad de Medicina de Sao José de Rio Preto, en el interior de Sao Paulo.

Lacerda también lamentó «el clima de desobediencia civil» que se está instalando en Brasil y es «estimulado» por Bolsonaro.

El jefe de Estado brasileño ha contrariado en numerosas ocasiones las recomendaciones médicas con sus declaraciones o a través de sus salidas esporádicas por Brasilia, sus paseos en moto acuático o su asistencia a manifestaciones a favor de su Gobierno.

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