El exministro brasileño de Salud Luiz Henrique Mandetta, destituido en abril por sus divergencias con el presidente Jair Bolsonaro en torno a la estrategia para combatir el COVID-19, afirmó que alertó al jefe de Estado sobre la gravedad de la pandemia y le dijo que el número de muertes «sorprendería».
En una entrevista publicada este lunes por el diario Folha de Sao Paulo, Mandetta dijo que Bolsonaro no puede decir que no había sido advertido sobre la crisis sanitaria que la pandemia generaría en Brasil, país que ya es el cuarto del mundo con más casos de COVID-19 (241.080 contagiados) y el sexto con más muertes (16.118).
«Nunca lo dije y ni lo voy a decir, pero teníamos nuestros estudios de escenarios de números de casos y muertes. Nada de lo que está ocurriendo hoy es sorpresa para el Gobierno», afirmó el exmininistro, cuyo sucesor, Nelson Teich, renunció al cargo el pasado viernes igualmente por divergencias con Bolsonaro.
La acentuada curva ascendente de la enfermedad en el mayor país latinoamericano, que ya lo convirtió en el cuarto más afectado en el mundo por encima de España e Italia, acercó a Brasil al tercer lugar, ocupado actualmente por Reino Unido (244.995 casos).
Ello debido a que las previsiones indican que los contagios y las muertes seguirán creciendo de forma exponencial en este país de 210 millones de habitantes y a que aún no hay previsiones exactas sobre cuándo la enfermedad llegará a su pico.
Pese a esa cifras, el líder ultraderechista es uno de los gobernantes más escépticos sobre la gravedad de la pandemia, ha llegado a calificar el COVID-19 como una «gripecita» e insiste en criticar las medidas de distanciamiento social adoptadas por gobiernos regionales para frenar el avance de la pandemia.
«Él (Bolsonaro) claramente consideraba que la crisis económica proveniente de la de salud era inaceptable por más que lo alertáramos de que era una enfermedad muy seria y que el número de casos podría sorprender», aseguró el exministro.
Según Mandetta, su cartera comenzó a alertar sobre la gravedad del coronavirus en enero y, pese a que en la época el asunto no generaba tanto interés, el Ministerio emitía boletines diarios.
«La primera impresión que tuve era que el Gobierno no estaba tan interesado en el asunto y no le estaba dando la debida dimensión. Tan sólo cuando ya estábamos con el virus y casos sumándose, en la segunda semana de marzo, percibieron que toda la sociedad estaba muy ligada al Ministerio como principal punto de referencia», dijo.
Agregó que gobernadores y alcaldes comenzaron a adoptar medidas de distanciamiento social casi 60 días después de que el Ministerio abordara esa necesidad y fue entonces cuando «el presidente comenzó a hacer una lectura diametralmente contraria a lo discutido en el Ministerio y dificultó todo».
«Es difícil coordinar un sistema como ministro si el presidente transmite otro mensaje», afirmó.
Mandetta calcula que el pico de la enfermedad en Brasil sólo se producirá en julio, por lo que las cifras aún van a crecer mucho.
«Una vez dije que tendríamos 20 semanas muy duras por delante. Pasaron 8 semanas y faltan 12. Dije que los casos iban a aumentar en abril, mayo y junio; que en julio, cuando llegaremos al pico de la curva, nos estabilizaremos, aunque los registros seguirán elevados hasta agosto, cuando comenzará a caer el número de casos; y que en septiembre ya estaremos en algo más cercano a algo ameno», sostuvo.
ALERTA SOBRE EL USO DE LA CLOROQUINA
De acuerdo con el exministro, la insistencia de Bolsonaro en forzar el uso de cloroquina para tratar a todos los pacientes con COVID-19 puede provocar muchas muertes porque se trata de una medicina cuya eficacia no ha sido comprobada y con graves efectos colaterales, como arritmia cardíaca.
«Comenzamos a experimentarla con pacientes graves que ya están en los hospitales. Por lo que sé de esos estudios, que aún no concluyeron, el 33 % de los pacientes tuvo que suspender el uso de cloroquina porque presentaron arritmia, algo que puede generar un paro (cardíaco)», afirmó.
Afirmó que la intención de Bolsonaro con su apuesto por la cloroquina es que las personas piensen que pueden volver al trabajo porque ya existe un remedio.
«Es algo para tranquilizar, para recuperar la normalidad sin tanto peso en la conciencia. Si tuviera lógica de asistencia, la idea habría partido de las sociedades especializadas. Por eso no hay nadie serio que defienda una medicina como panacea», dijo.
Según Mandetta, con la renuncia de su sucesor, Brasil desperdició un mes de lucha contra la pandemia porque no fue adoptada ninguna medida y todos los altos funcionarios fueron destituidos pero no sustituidos. «Ese es el peor de los mundos. El Ministerio es hoy una nave sin rumbo», dijo. EFE