Búsqueda de la felicidad 

Hernán Abad Rodas

OPINIÓN|

Me pregunto: ¿Somos conscientes de que vivimos en un mundo complicado?, qué duda cabe. ¿Cómo dejar de preocuparnos si tantas cosas parecen amenazarnos? Vivimos en un mundo donde reinan la violencia, la mentira y la corrupción, la alegría de vivir ha desaparecido; nuestro amor por la vida se está deteriorando.

La ilusión constante de la satisfacción que ha de producirnos los bienes externos destruye nuestra calidad de vida, destroza la oportunidad de vivir la vida con alegría.

En este mundo globalizado, se vive en una constante búsqueda de la felicidad, la preocupación de los bienes materiales se ha convertido en una obsesión; todo el tiempo se piensa en ellos; y en las múltiples formas de conseguirlos. De hecho, equivocadamente, las personas intentan tener algún tipo de contacto con la felicidad a través de sus cuerpos.

Los deseos de éxito, fama y riqueza, que en la actualidad son considerados como los “supremos” valores humanos, en mi criterio son causas fundamentales de nuestras angustias y frustraciones, no son más que nombres eufemísticos, de los temores de fracaso, pobreza y oscuridad, y estos temores dominan nuestras vidas.

Consciente o inconscientemente todos somos actores en esta vida y representamos ante el público un papel, en un estilo aprobado por ese público, ejemplos de lo dicho sobran en nuestra agitada vida política anterior y actual. Afortunadamente todavía existen pocas almas selectas que pueden soportar su reputación y su alta posición con una sonrisa no programada y seguir siendo naturales y felices.

Tan hondo es nuestro instinto histriónico que a menudo olvidamos que tenemos vidas verdaderas que vivir fuera de escenario, por eso no encontramos la felicidad; sudamos, bregamos, y pasamos por la vida, no vivimos para nosotros, sino para la aprobación de la sociedad.

¿Cuántos de nosotros podemos distinguir entre los perfumes del mediodía y medianoche, o de invierno o verano, de un momento de lluvia y otro de calma?

La felicidad reside en los espíritus sanos, que obtienen una visión de la vida y un conocimiento verdadero y hondo de la naturaleza y del ser humano. La bondad y el respeto al derecho del prójimo, en ellos es cosa natural, están apartados de la vida artificial, de la vanidad, la codicia y de las enseñanzas aún más artificiales de una sociedad hedonista como la actual; estos seres humanos pueden conservar una verdadera salud mental, moral, y en consecuencia ser felices en todo. (O)