OPINIÓN|
El Papa Francisco sorprendió gratamente al Cristianismo, con la publicación de su nuevo libro «La vida después de la pandemia», siendo un rico y oportuno mensaje para la humanidad entera, en este tiempo de tribulación, desasosiego y luto. La publicación tiene dos objetivos: El primero, sugerir el camino para reconstruir un mundo mejor que nazca de esta crisis en la humanidad. El segundo es sembrar esperanza en medio de tanto sufrimiento y dolor.
Nos recuerda el pasaje evangélico de Marcos cuando Jesús y sus discípulos estaban en la barca, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían contra ella. Él dormía en popa, lo despiertan y dicen: ¿Maestro no te importa que perezcamos? Increpó al viento y al mar: ¡calle, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza y les dijo: ¿Cómo, es que no tenéis fe?.
Al igual que a los discípulos, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos encontramos asustados y perdidos, parece que todo se oscurece. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas y calles llenando de un silencio desolador. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, llamados a remar juntos, necesitados de confortarnos mutuamente.
“Señor, este tiempo tu Palabra nos interpela. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. Sin detenernos ante tus llamadas, no despertamos ante guerras e injusticias del mundo, no escuchamos el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”.
¡Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo! Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repite de nuevo: «No tengáis miedo». Y nosotros, junto con Pedro, descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas, ¡porque solo Tú nos amas! (O)