OPINIÓN|
Un entrañable amigo, en un meme como es costumbre ahora, me hace llegar la preocupación de tres burócratas del capital mundial, que ven en la tercera edad un riesgo para la economía global. “Tenemos que hacer algo YA”, sentencia uno de ellos; los otros dos, muy diplomáticamente, lenguaje del cinismo, sugieren, a los ancianos, el sacrificio de darse prisa en morir para salvar la economía en bien de los nietos; amenaza, sugerencia o condena, que no causa ninguna sorpresa, pero indigna, que apelen al bienestar de los pequeños para disfrazar su felonía.
“Quien va a la anca no va muy atrás”, respondo, muy cordialmente a mi amigo, lenguaje de la amistad, y le recuerdo que, parte de esta población, a la que todos caminamos, son los jubilados, quienes reciben una pensión jubilar financiada con los ahorros realizados a lo largo de la vida laboral, fondos que también financian la atención médica en unidades asistenciales de Ia Seguridad Social; institución y dineros, muchas veces al servicio de los gobernantes de turno o sus aliados, que poco o nada hacen por atender a la entidad, como, bien, visibiliza la pandemia que nos enclaustra pero no nos enceguece. El resto de esta dorada población sigue laborando y cuando no puede más, pasa al cuidado de la familia en su mayoría y del sistema público de salud y protección social, financiados con recursos del pueblo.
Que, a los gansos de la economía mundial y sustentadores de los sistemas de explotación y acumulación les preocupe tanto, entendemos, nunca les interesó la vida ni los derechos humanos, aunque los utilizan para camuflar políticas de acaparamiento a expensas de las necesidades de los demás. (O)