La Plaza de las Flores, la más colorida y una de las más emblemáticas de la ciudad, sigue mostrando un color gris, soledad y abandono. El Municipio de Cuenca dispuso para esta semana su reactivación, pero volver a verla llena de vida tomará al menos un mes.
La Dirección municipal de Mercados dio paso a la reactivación de las plazas y centros comerciales municipales desde este lunes, pero uno de los requisitos para volver a abrir hace que esta disposición no sea totalmente efectiva.
El director de Mercados, Marcelo Álvarez, explica que todo aquel comerciante que quiera reactivar sus puestos debe mostrar un certificado que garantice, mediante examen médico, que no tienen coronavirus.
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Las pruebas PCR en Cuenca cuestan en promedio 100 dólares y las pruebas rápidas 35 dólares sin que estas últimas tengan un alto grado de confiabilidad de resultados. Para un comerciante al borde de la quiebra estos valores son inaccesibles.
Álvarez indica que para suplir dicha necesidad se ha solicitado 4.005 pruebas para los comerciantes de plazas, centros comerciales municipales y mercados, pero es imposible procesar todas en un mismo día. “Estamos haciendo 20 pruebas por hora” explica.
Para cubrir las 4.000 pruebas solicitadas deben transcurrir al menos 25 días contando con sábados y domingos, un tiempo que los comerciantes no pueden esperar.
“En la casa ya no había que comer, hemos andado rogando que nos dejen abrir porque todos los ahorros se acabaron y las deudas no esperan” comenta Rafael de la Cruz, comerciante de la plaza San Francisco, y su sentir es el de todos.
Álvarez reconoce que la reactivación puede tomar varios días. “Esto de hecho puede causar molestias a los comerciantes pero deben entender que es por el bien de todos”, afirma.
La dificultad para cumplir los requisitos hacen que comerciantes como los de la Plaza de las Flores hayan preferido esperar un mes más para reactivarse.
En la plaza Rotary ayer nadie abrió las puertas sino para limpiar y llevarse sorpresas como robos, paredes incendiadas, falta de agua en el bebedero que también sirve para lavarse las manos, suciedad, restos de alcohol, orines y heces en callejones y puertas.
Piedad Washco, una de las comerciantes del sector afirma que se sienten abandonados.
“Hemos dialogado con el administrador pero no nos dan respuestas a nuestros pedidos, estamos desesperados” dice la vendedora.
Resignación
En San Francisco y en la Plaza Santa Ana, conocida también como ‘la plaza de los hippies’ han preferido ingeniárselas y abrir para palear la urgente necesidad de dinero.
Toldos plásticos, recipientes de cloro, alcohol y gel, escobas y baldes con agua se pasean por la plaza desde temprano en la mañana mientras los otavaleños cambian su tradicional vestimenta para cubrirse con trajes protectores y darle vida a su espacio de trabajo.
Saben que la situación económica es compleja y para recordárselo hasta 150 obreros informales se asientan en bancas y veredas de la plaza a la espera de que alguien les recoja para una jornada de trabajo.
En la plaza Santa Ana le ponen ganas y hasta alegría, entre todos comparten el café de la mañana, limpian sus puestos, reprochan al vecino si no cumple con las normas de bioseguridad y se sientan a tejer artesanías. Al igual que todos, hilan para sobrevivir. (JMM) (I)