Los anuncios en las redes promoviendo la ingesta de cloro para curar el coronavirus han demostrado que las «fake news» pueden ser mortales y que se necesita el esfuerzo mancomunado de medios, audiencia e instituciones para combatirlas, dijeron distintos analistas en un foro.
En un encuentro digital organizado por la Delegación de la Unión Europea (UE) en Chile y la Agencia Efe y titulado «Fake news. Cómo combatir la desinformación. Experiencias en Chile y la Unión Europea», varios especialistas analizaron cómo enfrentar los bulos en un contexto como el actual, en el que la pandemia ha sumido al mundo en una gran incertidumbre.
«La desinformación es un fenómeno que pone en riesgo la democracia, la gobernabilidad, la seguridad e incluso la salud pública, como lo hemos visto ahora durante la pandemia», aseguró la la embajadora del bloque comunitario en Chile, Stella Zervoudaki.
«El coronavirus es un ejemplo muy flagrante de cómo la desinformación puede incluso causar la muerte», agregó la diplomática, quien indicó que la Unión Europea ha identificado al menos 3.000 artículos con información falsa y nociva sobre la covid-19 desde el inicio de la emergencia sanitaria.
Entre esos textos hay algunos que indican que el uso de mascarillas produce déficit de oxígeno en el organismo, que las compresas sirven para reforzar su eficacia, que Bill Gates quiere controlar a la humanidad con microchips implantados o que el nobel de Medicina Tasuku Honjo dice que el virus fue creado por humanos.
EL COVID-9, EL GRAN DESAFÍO DE LOS «FACT-CHECKERS»
La pandemia, con más de 16 millones de infectados y 360.000 muertos en todo el mundo, se ha convertido en uno de los grandes desafíos para los medios dedicados a la verificación.
«La desinformación no tiene fronteras ni siquiera cuando circula en idiomas distintos«, alertó Desirée García, periodista y directora de Efe Verifica, el servicio de verificación de datos de la agencia.
Para la periodista de la web española Maldita.es y coordinadora de la sección Maldito Bulo, Laura del Río, el gran problema es que las «fake news» no siempre tienen forma de noticia y pueden ser desde un audio de Whatsapp hasta un «meme» con la frase de un político, lo que dificulta enormemente su rastreo.
«Whatsapp es el agujero negro, nosotros podemos rastrear en Twitter, Facebook e Instagram, pero no podemos saber qué pasa en las conversaciones de Whatsapp, la única manera de saberlo es que nos lo diga nuestra comunidad», explicó Del Río, cuya web ha recibido cerca de 1.000 avisos diarios de sus lectores durante la pandemia.
ESFUERZOS CONJUNTOS Y EDUCACIÓN
Las noticias falsas no son un fenómeno nuevo, son tan antiguas como el ser humano, pero sí se han expandido en los últimos años con el auge de internet y las redes sociales.
La periodista y subeditora de Investigación del diario chileno El Mercurio y de la sección El Polígrafo, Cecilia Derpich, afirmó que estos momentos de incertidumbre y miedo son un caldo de cultivo y provocan que la desinformación «se expanda más rápido».
Lo mismo ocurrió el año pasado, apuntó, cuando estalló en Chile la ola de protestas contra la desigualdad -que se saldó con una treintena de muertos y miles de heridos- y surgieron al menos 19 proyectos de «fact checking» en el país.
Para la directora de Efe Verifica, el «boom» de las noticias falsas se debe también a la pérdida de confianza en los medios tradicionales y al traslado de muchos lectores a otras fuentes de información más alternativas, sobre todo los jóvenes.
«Una tarea pendiente de los medios tradicionales es llegar al público joven. Hay que adaptar el mensaje a la demanda, un mensaje sólido, con las prácticas periodísticas que hemos aplicado siempre, pero que sea atractivo», recomendó.
La educación, según Del Río, es la otra gran estrategia para concienciar a la población y crear una masa crítica que no se crea cualquier cosa que le llegue por las redes sociales.
«Lo estamos haciendo los «fact checkers» y los lectores, pero también tiene que venir de las instituciones, que se hagan cursos en los colegios y a la gente mayor, porque estos afecta a todos», añadió.
Si bien muchos países están barajando la opción de legislar contra los bulos, las tres panelistas coincidieron en que se trata de un debate muy complejo que podría chocar con el derecho a la libertad de expresión y que es mejor optar por la autorregulación.
«El combate contra la desinformación refuerza la libertad de expresión, no la disminuye», concluyó por su parte la embajadora europea. EFE