OPINIÓN|
El término “meme” fue acuñado por Richard Dawkins (1976), quien planteó el campo conceptual conocido como memética y su transmisión cultural, debido a los factores psicosociales y a esa necesidad de identificarnos con prácticas culturales específicas, lo que provoca que los memes se repliquen de manera persistente.
Los memes llevan características identitarias en su expresión; sin embargo, para participar de esta comprensión social es necesario que existan códigos compartidos, convenciones o significados reconocidos colectivamente.
El meme responde a un modo de concebir el mundo de manera humorística y su capacidad de expresar el contenido de esta forma particular, le da la posibilidad de difundirse entre múltiples receptores con gran rapidez; a pesar de esto, pocas veces ha sido reconocido por su potencial comunicativo.
Seguro recordaremos memes que nos permitieron romper el estrés social por unos instantes, aquellos, que nos hacen sobrevivir. Pero, hacer una interpretación del contenido de los memes implica ver códigos de presentación incómodos, aunque, necesarios. Es por ello que los memes, como, expresión social, critican, denuncian, protestan, llevan a la reflexión; en estos espacios reflejan el pensamiento de una sociedad, ya que se reproducen todo tipo de prejuicios sin miedo a ser juzgados porque son anónimos. Los memes, la mayoría de las veces, también buscan el sarcasmo, satirizar o ridiculizar la realidad y tienen la posibilidad de exponer aquellas problemáticas sociales como drogadicción, racismo, corrupción, miedo a la muerte, etc.
A pesar de que la consecuencia de la memética aún no ha sido medida, lo importante es reflexionar sobre nuestra falta de capacidad para discernir el significado social de un meme y los conceptos que nos quiere transmitir más allá del humor (O).