OPINIÓN|
Supuestamente, en días pasados se inició el Ciclo Lectivo correspondiente a la Costa y Galápagos, circunstancia en la cual la señora Ministra de Educación afirmó, con bastante soltura, que se iniciaba en el país “una nueva etapa en la educación”, es decir la llamada educación a través de la Telemática.
Esta afirmación suena irónica, en una país donde más del sesenta por ciento de las familias carecen de una computadora, o si la tienen carecen de Internet, o ambas cosas a la vez, de tal manera que lo de la educación virtual en el Ecuador, en el mejor de los casos es una realidad sumamente parcial, que pretende llenarse con programas más bien teóricos y antipedagógicos a través de Internet, y otros auxilios más bien ancilares, como programas a través de radio y televisión, que no llenan, ni pueden jamás llenar, el vacío de la educación presencial.
Si inclusive para los estudiantes universitarios resulta difícil sustituir la formación en las aulas por la virtual, qué decir de los niños y niñas que desde sus humildes hogares deberían teóricamente “recibir su formación e interactuar con los maestros”. Esto ciertamente suena a broma burocrática, sino no fuera una triste y despiadada realidad el hecho de que, hoy por hoy, millones de niños y adolescentes prácticamente no reciben educación, más allá de subterfugio de la virtualidad, que como hemos señalado es más aparente y retórica que real.
Resulta explicable el temor de volver a las aulas, por el Coronavirus, pero ello no puede ni debe constituir el pretexto mediante el cual un concepto rutinario y mediocre sobre la educación en nuestro país, deje las cosas como están, es decir en una situación trágica para los educandos. En Europa, que algo han de saber sobre educación, más allá de nuestras percepciones subdesarrolladas, ya están planteando la vuelta a las aulas, por supuesto con los debidos protocolos y seguridades.
Nuestros niños corren más riesgo jugando en las calles como lo hacen ahora en tantos barrios marginales, e incluso no tan marginales, que yendo a las aulas con estrictas medidas sanitarias.
¡Hay que pensar en volver a las aulas reales, señores del Ministerio! (O)