OPINIÓN|
La corrupción se apoderó de un sistema que aún puede ser rescatable para quienes preservan los valores que en algún momento sus custodios responsables cosecharon en su infancia, adultos del presente que han formado su carácter extrayendo lo bueno, lo sano y lo justo de sus experiencias de vida.
Este sistema nefasto nos ha rezagado como los silenciados, como los obstáculos a quienes nos impiden protestar, consecuencia de ello es el ataque cruel e inculto a las opiniones que desde la individualidad se tienen que hacer, caso contrario seríamos piezas de una maquinaria opresiva; para allá vamos…
De a poco se pierde esa confianza real y palpable de que la justicia está para contrapesar lo correcto de lo incorrecto; así mismo, no concientizamos en que “pasar el dato” atenúa la credibilidad y la formalidad de un hecho; quizá el mismo sistema nos llevó a eso, ya cansados de reclamar, al conformismo y a la resignación, confinándonos al silencio; más aún, cuando nos compete proteger un legado social.
Más allá de lo inevitable, es merecedor continuar siendo los anti sistema para conceder a las nuevas generaciones condiciones dignas, justas y equitativas, tal cual lo hicieron nuestros predecesores. La posta se recibe y se entrega con honra. (O)