OPINIÓN|
Encimita no más. Como adorno e imán. Una especie de tómalo o déjalo. Entre que llama la atención, no convence, parece que ya mismo convence, y ahí, ahí mismo caemos. Normalmente el aderezo tiende a mejorar el aspecto y sabor de algo principal. Es una especie de decoración, arreglo y buena facha.
En el Ecuador, el ejercicio político de los últimos tiempos tiene mucho de falsos adornos y engañosos condimentos. Iluminados, líderes de temporada. Ilusorias promesas. Engañosos aderezos.
Se muestran molestos con el ayer y la corrupción del presente. Bravísimos con sus mismos amigos que son ladrones del equipo al que pertenecen. Dicen trabajar de sol a sol y contra corriente. Se pasean y juegan a las cadenas televisivas y popularidad contra reloj. Les encanta las fotos en camisa remangada, entre el polvo, dentro de hospitales y con mascarilla ajustada. Se dicen trabajadores y honestos. Suelen usar los mismos zapatos para evitar la crítica. Recorren al país y el poder les tienta, están en las mesas de negociación, se miden en encuestas, gobiernan sus intereses, reciclan los consejos de los mismos de siempre y hacen de todo lo que sea necesario: bailan, corren, saltan, ríen con el coordinador del barrio, abrazan a la señora de la tienda, conversan con quien toque e incluso besan a la guagua.
Están convencidos de sus propios espejos. Esconden la vergüenza por la carencia de una formación de vida para dirigir al país. Son de momento. Les gana los manjares del poder. Desconocen sus vínculos y profundas relaciones. De vez en cuando -de ser necesario- papá les defiende en público y murmuran a solas entre los amigos.
Es como el aderezo. Lo ponen ahí. Está para conquistar al consumidor y elector. Carece de lo sustancial, lo de fondo e importante. Por encimita no más está. Explorando cuándo dar el brinco. ¿Usted también lo ha visto? (O)