OPINIÓN|
Hoy les voy a contar la historia del hombre que se hizo famoso por haber vendido la torre Eiffel no una, sino dos veces. Víctor Lustig nació en 1890 en la República Checa y, como todo buen estafador, era amable y carismático. De joven estudió a las personas para poder mentirles mejor. Empezó con pequeños robos y poco a poco fue perfeccionando sus “técnicas”.
Su primera estafa fue la “máquina de dinero rumana”. Lustig se reunía con las víctimas pidiéndoles un billete de 100 dólares. La máquina supuestamente copiaba el billete y en 6 horas les daba otro completamente igual. Lo que sus víctimas no sabían era que introducía 3 billetes reales ante de empezar su demostración. Salía uno, vendía la máquina y después de 2 billetes y 12 horas solo salía papel blanco. Pero hasta eso, él ya había huido.
Era tan bueno que estafó al mismísimo Al Capone. Le pidió 50 mil dólares y se los dio diciéndole: “que Dios te cuide si me engañas”. Víctor huyó con el dinero hasta que meses después regresó para decirle que el negocio no había resultado pero siendo un hombre de palabra, le devolvía su dinero. Al Capone no sabía que le estaba dando su propio dinero y, complacido, le regaló 5 mil dólares. Desde ese día se convirtió en amigo del gángster.
Pero lo que lo volvió una leyenda fue la venta de la Torre Eiffel. Luego de leer un diario en donde el gobierno dijo que tenía problemas para mantener a la torre, falsificó documentos del gobierno presentándose como funcionario del mismo ante Andre Poisson, quien quería entrar al mundo empresarial parisino. Le dijo que necesitaba motivarse porque como funcionario no ganaba mucho. Así que Poisson –que irónicamente significa pez en francés- mordió el anzuelo, se convenció de que era un funcionario corrupto más y le pagó por la torre.
Sorprendentemente no lo denunció por temor a pasar a la historia como el tonto que compró la torre Eiffel. Así que tiempo después, Víctor repitió la estafa y esa vez sí fue denunciado. Huyó a los Estados Unidos y finalmente fue detenido en 1935. Fue condenado a 20 años en Alcatraz, en donde estaba recluido su amigo Al Capone. El día de su muerte en prisión, al llenar su acta de defunción, les preguntaron a sus amigos si sabían su profesión. Todos se voltearon a ver y, riendo, dijeron al unísono: aprendiz de vendedor. (O)