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COLUMNISTA

Viernes 13

OPINIÓN|

Fue un viernes 13 cuando el país recibía las duras declaraciones de los más altos agentes de Gobierno anunciando la futura clausura progresiva de todo. Íbamos a una nueva vida sin retorno.

El confinamiento se hacia necesario porque la pandemia llegó al Ecuador. Se abandonaron calles, oficios, emprendimientos, aulas, oficinas, viajes, proyectos y el día a día. La incertidumbre -con ingratitud- puso sede. Las denominadas redes sociales rápidamente graduaron jueces, periodistas, estadistas y a la misma verdad sustantiva. Para muchos, llegó el momento perfecto para desnudarse y mostrar quiénes son. También hubo aquellos que desarrollaron lo que no hubiera sido posible en el vertiginoso diario vivir. Existió sufrimiento y dolor. Por supuesto, reflexión, filosofía, literatura, consumación de procesos inconclusos y necesaria profundización de todo, incluso, de lo residual.

El poeta en Quito, -con quien varias veces conversé- dijo estar sereno junto a su familia, que sentía miedo y se estaba apagando su brillantez, que había abandonado aquel viejo cuarto en donde cambió su residencia pocos días atrás y que al menos por ahora, tenía con quién compartir. Doña María, insistentemente señaló que podía mantenerse en casa máximo dos semanas, a la tercera “con miedo miedo” debía salir porque no habría forma alguna de mantener a sus cuatro pequeños hijos. El mecánico me comentó desesperadamente la situación financiera que vivía y la noticia de cerrar su emprendimiento de más de 30 años. En el barrio, la señora Rosa -quien recicla- salía a escondidas cada madrugada a combatir las urgencias con la complicidad de la pandemia.

Luego vino lo peor. El tiempo se prolongó, los índices de contagio se incrementaron, las muertes se multiplicaron y el desempleo no tardó. La corrupción se reveló y las ausencias de un Estado quebrado no se hicieron esperar. Se sumó un mundo sumamente globalizado para el mercado y nacionalista para la cooperación en materia de la sanidad pública. Surgieron las ausencias y vanidades. También hubo lugar para los sensatos y quienes vienen sostienen a la humanidad. Todo se hizo presente.

Así empezó nuestro viernes 13. Con un virus cosmopolita que sabe de pisos climáticos -pero no ha sido creado-. Una indescifrable crisis económica, política, social y cultural. En medio, la vida y lucha por salvarnos. La urgencia por la solidaridad. Un mundo sin retorno. (O)

 

 

 

 

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