Las barbas de San Pedro

A San Pedro la tradición le ha dado el cargo de portero del cielo, sentado entre nubes con su larga barba y las llaves; se creía que a los que no abría la puerta iban a parar al infierno. Hace unos días apareció en las redes sociales una lamentable y elocuente caricatura. Un diablo cachudo le pedía a San Pedro que por favor no le mande más ecuatorianos porque le están queriendo vender extintores con sobreprecio. No me extraña que confundían la residencia de Don Sata con uno de los hospitales públicos.

Las celebraciones populares de nuestro país han estado, en gran medida, sujetas al calendario litúrgico como el setenario. El día de San Pedro, que celebramos hoy, se conmemoraba por la noche con fogatas alrededor de las cuales se saltaba y bailaba y se decía que se estaban quemando las barbas de San Pedro. Esto ocurría en el campo, pues en las ciudades, para evitar trabajo a los bomberos y no competir deslealmente con los barberos, esta forma de celebrar está vedada.

Muchos creen que el más importante invento de la humanidad fuel producir fuego a voluntad, aunque nadie sabe quién fue este inventor ni cuándo. Su sentido práctico es evidente; no me imagino tener que pasar la vida comiendo sin cocinar. El fuego es objeto de maldiciones y deleites; “id malditos al fuego eterno” y cuando hay un incendio se reniega de su poder destructivo. En celebraciones deleitables, el fuego es imprescindible, tanto en las fogatas como en su versión modernizada de fuegos artificiales.

El repudiable corona virus, nos has privado de esta sana e inofensiva forma de diversión. Ojalá algún día se pueda destruir con fuego este virus pionero de las innovaciones del mal.

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