OPINIÓN|
Y no, no se trata de vivir con miedo; así como tampoco de esconderse, ni peor aún convertirnos en una versión de “ermitaños online”, no se trata de renunciar al mundo y la vida en comunidad, se trata de redefinirla, resignificarla y reconstruirla desde nuevas formas de expresión, interacción y respeto…
Se trata de, finalmente y por la fuerza, respetar el derecho de todos, de cada uno, de actuar coherente y consecuente, de actuar solidario y recíproco: “me cuido, te cuido y nos cuidamos” la nueva ecuación nos convoca a un viejo aprendizaje: el respeto es una conducta cotidiana bidireccional.
Se trata de exigir cumpliendo, de enseñar obrando, de decir haciendo, se trata de entendernos y proyectarnos, se trata de comprender que hay cosas que están más allá de nosotros y otras que nos competen y, sobre ellas cimentar un crecimiento que, poco a poco, nos permita llegar a las demás…
La nueva normalidad es un escenario que se construye desde nuestra forma de ver y asumir el mundo; ya sea desde el miedo que paraliza, consume, estresa y enferma; o, desde la responsabilidad de saberme parte de un colectivo al que cuido y me cuida.
Hace unos días publique en mi muro un texto, de alguien más, haciendo eco de una actitud que nos convierta en parte de la solución y no del problema; una actitud cotidiana de respeto, constante y continuo, de los protocolos de seguridad, no por miedo, sino por responsabilidad, para frenar o desacelerar el ritmo de contagio y propagación de esta pandemia, linda respuesta de la gente que se hace eco y reproduce el mensaje en las redes, es tiempo quizá de que lo mismo pase en las vías y espacios públicos.
Esta pandemia es real y nos rodea, aprender a vivir con ella, perderle el miedo, es necesario, pero no significa la irresponsable actitud de desdeñar los protocolos, demanda disciplina, respeto y una nueva consciencia colectiva de sabernos corresponsables unos con otros y actuar en consecuencia. (O)