Ecuador debe convivir con el SARS-CoV-2, un virus que «llegó para quedarse»

Ecuador, que supera los 61.000 contagios y 4.700 fallecidos, debe aprender a convivir con el SARS-CoV-2, un coronavirus poco conocido, muy hábil, que ha puesto de cabeza a la humanidad y que «llegó para quedarse».

Ese es el criterio de la epidemióloga Catalina Yépez, una exasesora externa de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), quien explicó a Efe que la enfermedad la COVID-19 «no es sinónimo de muerte» y que se trata de un virus que llegó al mundo «probablemente para quedarse«.

La pandemia no ha acabado

La experta epidemióloga ecuatoriana descartó que la pandemia vaya a acabar en el futuro próximo pues, incluso si se hallara una vacuna, el virus permanecerá y encontrará «personas ideales para alojarse».

«Cuando llegue la vacuna bajará la carga de la pandemia«, pero, al igual que la influenza, se mantendrá presente, apuntó Yépez al señalar que los bajones de contagio sólo permiten «dar un respiro a los sistemas sanitarios», que se han visto colapsados en las épocas de mayor contaminación.

«Todos somos susceptibles de contagio» y pueden enfermar personas que presenten los síntomas y las que no, añadió tras insistir en que se conoce poco del virus, pero que lo importante es estudiarlo más.

Según las estadísticas, un 35 por ciento de las personas pasará la enfermedad «sin problemas, porque es asintomática«, y otro rubro similar padecerá de «síntomas leves a moderados, que se pueden tratar en casa».

Sólo entre un 15 y un 20 por ciento de las personas «tendrán problemas y requerirán hospitalización«, y de ellos, apenas un 5 por ciento corresponderá a «casos graves» que tengan que ir a Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), explicó Yépez.

«Probablemente todos nos llegaremos a infectar en unos dos años, lo importante es que el virus se vuelva menos violento, más débil», subrayó al remarcar que también es fundamental estar «mas protegidos cada uno de nosotros«.

Tampoco se ha demostrado que sea «un virus estacional«, como la influenza, y es por ello que, por ejemplo, Chile ahora está en su punto más alto, a diferencia de otras naciones del continente.

Prepararse para una segunda oleada│

«Lo único cierto es que falta mucho para que se vaya» y, por eso, es necesario fortalecer la mentalidad de «cuidar a los demás» y «prepararse más«, ya que la letalidad de la enfermedad también depende de los «recursos sanitarios disponibles», explicó.

Y es que, según ella, la llegada de una «segunda oleada» de contagio por coronavirus «no es un escenario potencial descartado», y por ello hay que alistar los sistemas sanitarios.

También se deben atender «los espacios de poblaciones cautivas» como las cárceles, las casas de atención a ancianos, las asociaciones de pequeños comerciantes, las de transportistas, que estás «doblemente expuestos«, por estar «concentrados en espacios» y «porque también se mueven».

«La segunda ola podría llegar, pero ¿que sea de igual devastación?, esperaría que no», añadió la especialista y aseguró: «Hemos ido siempre muy por detrás del virus, que es cada vez más inteligente».

No obstante, «cada vez le vamos conociendo más y, en la medida que lo conocemos más, tenemos más oportunidad» de controlarlo.

La triada de vida: lavado de manos, distancia y mascarilla│

«Esto no ha pasado, esto recién ha comenzado» insistió tras remarcar que lo más importante es comprender la «triada» de protección: El lavado permanente de manos, el uso de mascarillas y el distanciamiento físico entre las personas.

El jabón con agua y el gel desinfectante, en ese orden, aparecen como las normas adecuadas para la limpieza de manos, y en cuanto al tipo de mascarilla, Yépez sugiere el uso de las que tengan incorporadas láminas antifluidos y que se han vuelto populares entre la población.

Ella sugirió dejar para el personal sanitario el uso de mascarillas N-95 o quirúrgicas, que son más caras y no ayudan en la cotidianeidad de las personas.

Asimismo, se refirió al distanciamiento social, mantener una distancia de al menos dos metros y a evitar las aglomeraciones de personas, menos aún en sitios cerrados.

«Todo se reduce al lavado de manos, distanciamiento físico y uso de mascarillas, no hay más», agregó Yépez, quien evita hablar de «corresponsabilidad» en el proceso de desescalada, ya que «nadie tiene la culpa de enfermarse por salir a la calle para ganarse el sustento del día».

Vacunas a la vista│

Sobre la vacuna, recordó que la OPS «tiene un fondo rotatorio» para abaratar sus costes cuando salgan al mercado y dijo que, como ejemplo, países como México, Brasil y Estados Unidos demandan un volumen mayor de ese insumo, lo que beneficia al resto de naciones de la región.

Además, la vacuna debería estar dirigida a los grupos de mayor riesgo, añadió al indicar que podrían ser dosis anuales las que deban administrarse, debido a la mutación que suelen sufrir los virus.

Ella considera que, si se cumplen los plazos previstos por la comunidad científica, es posible que para diciembre América del Sur tenga acceso a la vacuna, aunque prefirió tener prudencia sobre las fechas.

Además, aceptó que todos aquellos procedimientos que las personas han adoptado para intentar combatir a la pandemia son válidos, pero remarcó que ellos no sustituyen a las recomendaciones médicas.

El uso de infusiones de eucalipto, manzanilla, jengibre, ajo y otras plantas consideradas medicinales (juntas o por separado), vaporizaciones, gárgaras de agua con sal o con preparado de miel de abeja y el consumo de abundante liquido o zumos de naranja o limón, «es perfecto«, porque todo ello «vale» para aliviar al organismo.

Sólo descartó a las «nebulizaciones» directas, aceptadas para otro tipo de tratamientos. EFE

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