En medio de la pandemia y la crisis económica que vive Estados Unidos, se ha desatado una ola de violencia que sacude a varias ciudades del país, que se intensificó el pasado fin de semana festivo del 4 de Julio y que ha forzado a las autoridades a tomar medidas de emergencia como el despliegue de la Guardia Nacional.
Nueva York, Chicago, Atlanta, Los Ángeles y Filadelfia, entre otras urbes, han sido estremecidas por múltiples tiroteos y episodios violentos que han dejado cientos de heridos y muertos, varios de ellos niños.
Expertos atribuyen esta situación a diversos factores, como la liberación de presos debido a la incidencia de la COVID-19 en las cárceles y el efecto de «desmoralización colectiva» que sufren muchos cuerpos del orden por las denuncias en los supuestos casos de brutalidad policial.
Para la organización Police Executive Research Forum, la razón de la violencia se deriva de la sensación que existe entre los delincuentes de que pueden cometer delitos con impunidad a raíz de que muchos de ellos fueran liberados de las prisiones para evitar la propagación del virus y que las cortes en la mayoría de ciudades continúen cerradas.
POLICÍAS TEMEROSOS DE CONTAGIOS Y DENUNCIAS
Además, en algunas ciudades los policía son menos proactivos para evitar la interacción con el público y así evitar la propagación del virus, señala un informe de la organización.
En Nueva York, una de las ciudades más golpeadas por el aumento rampante de la violencia callejera, el jefe del Departamento de Policía de la ciudad, Terence Monahan, coincide en que se trata de un problema en el que intervienen numerosos factores, como el cierre de los juzgados y las recientes reformas legales, algunas de las cuales afectan directamente a los métodos de detención por parte de la policía.
En los primeros seis meses del año, Nueva York ha registrado un aumento de los homicidios del 79,1 % y de los tiroteos de un 64 %.
En Atlanta, una de las ciudades donde la ola de violencia acabó el sábado con la vida de una niña al ser alcanzada por una bala durante uno de los múltiples tiroteos desatados el fin de semana, la escalada de protestas por los casos de brutalidad policial dejó una profunda herida en el cuerpo de policía.
Durante varias semanas de junio se reportó que decenas de agentes no se presentaron a trabajar tras sentirse «desmoralizados» por la situación, que también se complicó con la renuncia de la jefa del Departamento de la Policía de la ciudad, Erika Shields, luego de que uno de sus agentes matara a un joven afroamericano.
GUARDIA NACIONAL
Tras un sangriento fin de semana, el lunes, el gobernador de Georgia, Brian Kemp, dijo que no toleraría más «anarquía» y ordenó la activación de mil efectivos de la Guardia Nacional para combatir la violencia y garantizar la seguridad pública.
«Esta anarquía debe parar y el orden debe restablecerse en nuestra ciudad capital (de Georgia). He declarado estado de emergencia y llamado a la Guardia Nacional porque la seguridad de nuestros ciudadanos está primero. Esta medida permitirá a las tropas proteger la propiedad estatal y desplegar oficiales del estado para patrullar nuestras calles», manifestó Kemp.
En clara alusión a la alcaldesa de Atlanta, la demócrata Keisha Lance Bottoms, el gobernador, republicano, dijo que ya era hora de dejar de «hablar duro» y «proteger las vidas de los residentes de Georgia» luego de que un día antes advirtiera que estaba dispuesto a tomar medidas si las autoridades de la ciudad no lo hacían.
Adelina Nicholls, directora ejecutiva de la Alianza Latina pro Derechos Humanos de Georgia (GLAHR), considera que «esta violencia no es circunstancial» y que «es producto del abandono de las comunidades humildes, de bajos ingresos».
«La pandemia lo que está haciendo es exacerbando algo que viene ocurriendo desde hace mucho tiempo. Esta cuestión de la violencia no es de hoy, sin embargo se le está dando el uso político para desprestigiar el movimiento del ‘Black Lives Matter’ (el movimiento contra el racismo)», declaró la activista a Efe.
EN CHICAGO, LA VIOLENCIA NO CESA
En Chicago, el despliegue de 1.200 policías adicionales durante el fin de semana largo no fue suficiente para contener la violencia callejera, que se cobró la vida de por lo menos 17 personas, entre ellos niños, y el fin de semana anterior murieron otras 16 personas y otras 47 resultaron heridas por arma de fuego.
Algunos activistas hispanos culpan a la alcaldesa de esa ciudad, Lori Lightfoot, por permitir que las protestas recientes contra la violencia policial se convirtieran en saqueos e incendios.
El combate a la violencia no se hace solamente con más policías en las calles, «también tiene que haber cooperación, necesitamos acercar a la comunidad con la policía», sostuvo el activista de Chicago Frank Coconate.