Acoplarse, ser resilientes y mantener la constancia a la que habían estado acostumbrados. Esta especie de fórmula fue aplicada por Víctor Caivinagua, de 18 años. Oriundo de Sígsig, Víctor es uno de los mejores estudiantes de su cantón y de la provincia del Azuay, lo que le ha valido para ser el abanderado de la Unidad Educativa Sígsig.
No siempre las limitaciones son una barrera para cumplir con los objetivos, cree Víctor. Cuando se declaró la emergencia sanitaria, y a los estudiantes no les quedó más que convertir sus hogares en las escuelas, se evidenció las desigualdades: no todos tenían una computadora e internet para estudiar.
Y en ese caso estaba Víctor. Tenía una computadora portátil. La pantalla no funcionaba. Y aun así se las ingenió: en su casa había una televisión, entonces la conectó a lo que le permitiría estudiar.
“A todos nos afectó la pandemia, pero teníamos que adaptarnos. Siempre he sido dedicado, desde la escuela. Y esto no me iba a vencer. Fue difícil pero ya estamos en la etapa de culminación”, dice Víctor.
Las horas en las aulas y los momentos de recreo se han esfumado con la pandemia. La interacción entre los amigos se redujo a una pantalla hasta las horas de la madrugada. Porque para hacer los trabajos también tuvieron que adaptarse si querían obtener buenas calificaciones, según Víctor.
Y sin embargo esta es solo una parte de todo un conjunto de situaciones: los padres de Víctor también tuvieron algunos inconvenientes.
Su mamá se dedica a tejer la paja toquilla, pero por ello se gana muy poco. Por su parte, su padre estuvo un buen tiempo sin trabajo por la paralización de actividades. No obstante, gracias a un familiar encontró un lugar en la construcción.
Sin computadora
Ariana Chávez, de 17 años, estudia en la Unidad Educativa de Girón y es la mejor estudiante de esa institución. Su promedio es de 9.91. Aunque ella, en el ámbito tecnológico no tuvo mayores inconvenientes, sí le costó adaptarse a la nueva normalidad.
“Yo creo que lo más difícil fue separarse de los amigos. Nadie se esperaba esto. Todo es virtual. Y extraño eso. En la educación no tengo problemas. Hago mis deberes con lo que tengo. No me compliqué estudiando en casa”, dice Ariana.
Quienes sí se complicaron fueron algunos de los compañeros de Ariana. No corrieron con la misma fortuna de tener una computadora para estudiar y seguir el mismo ritmo de quienes sí tenían las posibilidades para hacerlo.
“Mis amigas sí tenían problemas para estudiar. Porque no todos tienen una computadora. No todos tienen internet”, dice Ariana.
Una graduación atípica
Estos días serán los últimos para los jóvenes de tercero de Bachillerato. Para ellos no habrá un postrero encuentro con el que darán por concluido su etapa secundaria. Por salvaguardar la integridad de los actores de la educación, el Estado dispuso que las graduaciones se llevarán a cabo virtualmente.
“Es muy triste graduarse así. Creo que muchos esperamos ese momento de graduarnos, de usar birrete, de estar con los amigos y compartir. Pero no se podrá cambiar. Tampoco podemos quejarnos porque está la pandemia”, dice Víctor.
Ariana también concuerda con Víctor, a quien no conoce, pero comparte ciertas características: su responsabilidad que se refleja en su etapa de estudio.
Para la joven gironense la graduación a través de una pantalla no generará las mismas emociones que da un encuentro física, en el que predomina los aplausos y las felicitaciones. No obstante, no está en la posición de dar la contraria.
“He compartido muchos años con mis amigos y ahora no podremos graduarnos juntos. No será lo mismo. Ahora nos tocará pensar en la universidad y prepararnos para entrar”, dice Ariana.
Los jóvenes no están seguros del futuro. De lo que sí están seguros es de continuar estudiando. De su lado, Víctor espera ser economista o administrador de empresas. Por su parte, Ariana piensa en la bioquímica y en la medicina. Ya lo decidirán, según ellos, cuando se gradúen. (I)