OPINIÓN|
La población adulta mayor en el mundo y específicamente en nuestro país es el grupo etario que padece las mayores consecuencias de la pandemia, sea por la misma infección, estereotipos, maltratos y hasta estigmas de la misma familia e instituciones encargadas de cuidar su salud y bienestar.
Se cree que solo los adultos mayores podrían fallecer por la COVID-19, empero, debemos afirmar que cualquier ser humano podría morir por la pandemia, teniendo relación directa con las defensas orgánicas; se ha llegado a la insensatez de considerar que los “viejos” son la fuente de contagio, induciendo al aislamiento y al estigma; ante la escasez de respiradores artificiales en las unidades de cuidados intensivos algunos inhumanos priorizaron a los de menor edad aduciendo que los “viejos” tienen pocas probabilidades de vida y es preferible que fallezcan.
La pandemia ha ocasionado un incremento de abandonos de los adultos mayores, generando alteraciones psicopatológicas como estrés, depresión e incluso tendencias al suicidio. La crisis sanitaria ha ocasionado más pobreza y miseria, con graves consecuencias en la alimentación de los adultos mayores, causando desnutrición y disminución de defensas orgánicas. Muchos enfermos con patologías sobre todo crónicas como diabetes, hipertensión, bronquitis crónicas y más, no son atendidos por los servicios de salud por dar prioridad a la COVID-19, llevando a inesperadas complicaciones y fallecimientos. En la mayoría de centros geriátricos los cuidadores con poca o ninguna capacitación para manejar prevención para la pandemia y muchos carecen de protocolos o con una inadecuada aplicación de los mismos.
Adicionar a lo mencionado la presencia de la “epidemia” de la corrupción que perjudica especialmente a los adultos mayores, que hasta el final de sus vidas son los más afectados, ante la indiferencia de la población y el desinterés de las autoridades lideradas por un respetable adulto mayor también vulnerable por su edad y discapacidad.
Realidades innegables que deberían hacernos recapacitar a todos. (O)