El jardín de Milene

Tito Astudillo y A.

OPINIÓN|

Hace un año pasamos la primavera en la ciudad Thun Berna Suiza, en casa de Milene Hostettler, a orillas del lago homónimo y del río Aare. Parte de mi rutina fue leer en su jardín distraído, siempre, por la diversidad de especies, colores, matices y fragancias de sus flores y el llamado permanente de los Alpes que enmarcan de plata el horizonte por encima de sus campos pincelados de chalets y castillos medievales, con sus murallas, puertas y torres, recordándonos un pasado heroico.

A veces, que eran muchas, con Urs Hostettler al volante, todo sensibilidad e imaginación desbordante, solíamos recorrer la ciudad, cruzar el río y bordear el lago, trasladarnos a Berna o Soleura que, como todas las ciudades suizas se caracterizan por la bondad de sus jardines, jardineras y parques, componentes infaltables de la identidad de su paisaje urbano; ríos, lagos y campiñas, ganaderías, centros industriales, fincas agrícolas e inmensos bosques que caracterizan su paisaje rural, en donde lo tradicional y lo moderno armonizan una perspectiva de ensueño. Contemplando el Macizo del Jura añoramos el Parque Jurásico, tema recurrente con mis nietos y escenario del mito fundacional de Soleura.

Vale el recuerdo para hacer un parangón entre la identificación de la gente suiza con el Medio Ambiente, su devoción por las flores, por las plantas, por sus jardines, jardineras y parques, por el bosque y el árbol. Si, el árbol, convertido en el mimado del entorno urbano y rural público y privado, división que no existe en la práctica, porque todos conocen, sienten y viven una cultura ambientalista que se traduce en la apropiación y cuidado de su entorno vegetal como parte de la cotidianidad. A nadie se le ocurre arrancar una flor, romper una rama o cortar un árbol, como vemos diariamente en nuestro entorno. Y no pasa nada. (O)