OPINIÓN|
Mantener el equilibrio en cualquier faceta de la vida cuando nos debemos a un rol asignado, a un personaje estereotipado o al juicio de ciertos veedores sociales, posiciones no siempre elegibles, requiere de diversos componentes que permitan sostener cierta armonía. El amor como grandeza de un sentimiento y la disciplina como determinación de una conducta, son apenas dos de esos tantos elementos.
Las formas de aprendizaje pueden ser alternas cuando hay circunstancias que ameritan ciertas intervenciones; es así que, la primera enseñanza, la enseñanza formal, la complementaria, el ejemplo a predicar, experiencias y vivencias, son válidos como versátiles y son esenciales como perfectibles.
El transmitir un saber va más allá de sembrar lo auténtico en el terreno fértil de nuestros sucesores innatos, es cultivar lo mejor de nosotros en alguien más y es abrir la puerta hacia la prosperidad. No se puede preparar un camino fecundo sin el amor como esencia de humanidad y sin la disciplina como doctrina de vida.
Decían mis padres años atrás “quien bien te quiere te hará llorar”, en ese momento no supe entender el mensaje de sus palabras, ahora comprendo que sólo se trataba de amor y disciplina. (O)