EDITORIAL|
En muchos países uno de los temas que mayor importancia recibe hoy en día es el de educar a la población en temas de salud. Las campañas para combatir la pandemia a través de medidas sencillas, pero efectivas como el lavado constante de manos, el uso de mascarilla y el distanciamiento social, han salvado millones de vidas al prevenir el contagio en proporciones mayores. Y, son campañas que apelan a la participación de la gente, sin cuyo concurso todo esfuerzo resulta insuficiente. Intensificar este tipo de acciones es importante en sumo grado pues empiezan a darse dos peligros en países como el nuestro entorno de la pandemia.
El primer peligro que enfrentan varios países y entre ellos el Ecuador, es en estos días el del relajamiento de las medidas de prevención. Como se ha insistido, hay un número creciente de personas que piensa que el cambio de colores implica que el peligro está pasando y que ya no es necesario tantas precauciones. Si a ello se suma la necesidad imperiosa que tiene la inmensa mayoría de trabajar para alcanzar el sustento y hacer funcionar la economía, nos encontramos ante un panorama tremendamente complejo que no puede ser afrontado en forma aislada, sino en plena colaboración entre autoridades y la ciudadanía.
El segundo peligro que se vuelve cada día mayor es el de las personas que ante el justo miedo al contagio empiezan a automedicarse productos que supuestamente curan la enfermedad o previenen el contagio. El argumento de que existen remedios fáciles y baratos contrasta con las evidencias que tiene el mundo científico en el sentido de que por ahora no es posible todavía tener una cura comprobada o una vacuna definitiva. Las autoridades tienen que insistir y decirle a la gente que por ahora las medidas más efectivas son el lavado constante de manos, el uso de mascarilla y el distanciamiento. Puede sonar demasiado simple, pero es lo único comprobado que hay por ahora.
