OPINIÓN|
Era bondadoso, erudito y desprendido, como los de esa generación de médicos-maestros que nos precedieron y formaron; era atento, cordial y solidario, como son quienes hacen de esta vocación un apostolado; era compañero, maestro y guía, como un hermano mayor; era generoso y participaba sus conocimientos sin esconder nada, como libro abierto, como árbol o manantial en el camino. Como una luz.
Fue director de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Regional y Docente “Vicente Corral Moscoso”, por alrededor de cuarenta años, Unidad que dio lustre a la primera casa de salud del Austro por su calidez y calidad asistencial, científica y humana. La primera sala de terapia intensiva en la región y él, el primer intensivista, siempre de puertas abiertas al paciente crítico de dónde viniere. Así pensaba y actuaba. ¿Quién no tuvo, alguna vez, un familiar un amigo o conocido internado en esta Unidad bajo tratamiento del doctor René Aguirre Paredes? Quienes tuvimos la suerte de tratarlo y nutrirnos de su fuente, recordaremos perennemente su mano extendida, la anécdota o la broma oportuna, la reflexión y el criterio exacto, su cátedra abierta en ese ambiente de extrema pulcritud y solemne seguridad, en donde la muerta estaba, siempre en retirada, ante la puntual asistencia científica, espiritual y humana de René y la Unidad.
La Pandemia, que nos enclaustra, se llevó la vida del ilustre médico, colega y amigo. Es que, son los Médicos y los trabajadores de la Salud, desde los servicios asistenciales públicas y privadas, la primera trinchera frente a este flagelo. Ahí exponen su vida por salvar las nuestras. Recordando a René Aguirre y celebrando su memoria, cuidémonos y protejamos a los demás. Cumpliendo los protocolos de cuarentena, aliviemos el trabajo de nuestros “ángeles de guarda” en sus trincheras y, así, contribuyamos a que vuelvan a casa. Te cumpliremos René. (O)