OPINIÓN|
La lectura o goce de los libros, ha sido considerada siempre entre los encantos de una vida culta y respetable por quienes se conceden rara vez ese privilegio.
En verdad el libro vuelve a la vida, cada vez que se lo abre, ésa es la magia de la palabra; para comprender esta magia es necesario aprender el arte de leer, y así aspirar a ser hombres libres, y no esclavos, residentes habituales de esta cárcel de arcilla que es nuestro cuerpo.
Cuando una persona toma un libro en sus manos, entra en un mundo diferente, y si el libro es bueno, se ve inmediatamente en contacto con uno de los mejores conversadores del mundo.
Cuando leo un buen libro, me siento volar como un pájaro por encima de los bosques y de los valles serenos, envuelto en un velo de dulzura.
En esta pandemia, ninguna industria o empresa, sin importar su tamaño, saldrá indemne de esta situación. La quiebra y el cierre de miles de negocios de distintas escalas, es un hecho diario, dramático, del que todos somos testigos.
La industria del libro en el Ecuador ya venía golpeada desde hace algunos años, pero se mantenía a flote sobre todo por los textos escolares que representan aproximadamente el noventa por ciento de su producción. Hoy ese porcentaje ha caído casi a cero, es decir, el libro en nuestro país ha entrado en terapia intensiva.
Todos nos hemos preocupado este tiempo de que la cadena productiva del país no se rompa durante la pandemia. El mundo del libro, parte importante de esta cadena necesita del apoyo de todos. No solo por preservar empleos, sino especialmente porque la lectura es el soporte básico de la formación, aprendizaje y educación de los niños.
Si se mantienen las librerías abiertas y las editoriales en producción, tendremos un síntoma inequívoco de desarrollo y prosperidad, pero si, mueren los libros, Morirá también la sociedad libre.
En las bibliotecas viven eternamente los más grandes espíritus de la humanidad; con infinita paciencia esperan que alguien los invite a salir de su silencio. (O)