Se cumplen diez años de las primeras filtraciones «bombas» de WikiLeaks

Hace diez años, el portal WikiLeaks lanzó su primera gran filtración de documentos secretos sobre la guerra de Afganistán, que provocó la ira de EE.UU. y convirtió a su controvertido fundador, Julian Assange, en figura pública mundial en su controvertida cruzada por la transparencia.

Los más de 90.000 documentos militares estadounidense fueron revelados el 25 de julio de 2010 y mostraban con crudeza el fracaso de la guerra en Afganistán, entre ellos la muerte de centenares de civiles en ataques de la coalición internacional liderada por EE.UU. contra los talibanes y que no fueron reportados.

Esta información fue publicada de manera coordinada en varios medios internacionales: The Guardian (Reino Unido), New York Times (EE.UU.) y el semanario alemán Der Spiegel.

La revelación fue contestada airadamente por la Casa Blanca, encabezada entonces por el presidente demócrata Barack Obama (2009-2017).

«Condenamos con contundencia la divulgación de información clasificada por individuos y organizaciones, que pone las vidas de soldados de EE.UU. y aliados en riesgo y amenaza nuestra seguridad nacional», dijo la oficina presidencial en un comunicado.

FILTRACIONES BOMBA

Poco después, sin embargo, Wikileaks volvía a sacudir la opinión pública mundial con la filtración de otras dos comprometedoras tandas de documentos: el 22 de octubre de 2010 sobre las operaciones estadounidenses en la guerra de Irak entre 2004 y 2009; y en noviembre de ese mismo año, 250.000 cables diplomáticos que pusieron en aprietos Gobiernos de todo el mundo.

Detrás de ellos se encontraba el antiguo soldado estadounidense Bradley Manning (ahora Chelsea Manning), destacada en Bagdad (Irak), quien suministró al portal de Assange cientos de miles de documentos tras acceder a ordenadores del Departamento de Defensa.

La abrumadura serie de revelaciones de Wikileaks supusieron un revés para la diplomacia estadounidense y alimentaron un debate sobre el papel de Washington en el mundo, dado que los documentos secretos airearon crímenes de guerra en Afganistán e Irak, el maltrato de presos en el centro de detención extrajudicial de Guantánamo (Cuba) y abusos de derechos humanos en todo el mundo.

ASSANGE, CASI UNA DÉCADA DE ENCIERRO

Enigmático y perseverante, Assange ha hecho bandera de la lucha por la transparencia de los Estados y la libertad informativa, lo que le ha valido tanto partidarios como detractores.

Hoy, con 49 años, permanece detenido en la prisión de alta seguridad de Belmarsh (sur de Londres), mientras avanza su proceso de extradición a Estados Unidos, donde está acusado, entre otros, de los delitos de «conspiración» para introducirse en sistemas informáticos gubernamentales.

El periodista australiano, que siempre se declaró inocente, estuvo asilado en la embajada de Ecuador en Londres desde 2012 hasta 2019, cuando fue detenido por la Policía británica una vez que el Gobierno de Quito le retiró el estatuto de refugiado.

Assange se refugió en la legación ecuatoriana para evitar ser extraditado a Suecia, que le requería por delitos sexuales, pero, tras la decisión de la fiscalía de ese país de archivar el caso, le queda solo el proceso estadounidense.

La próxima audiencia en el Reino Unido sobre su petición de extradición está prevista para septiembre.

TRUMP Y WIKILEAKS

El presidente de EE.UU., Donald Trump, cuyo Departamento de Justicia es el que formalizó la petición por conspiración en 2019, ha mantenido una peculiar relación con Assange y el controvertido portal.

«No sé nada sobre WikiLeaks. No es asunto mío», dijo el mandatario en un acto en la Casa Blanca en abril de 2019.

Anteriormente, sin embargo, el mandatario estadounidense había proclamado en varias ocasiones su «amor» por esa plataforma, cuyo principal objetivo es sacar a la luz documentos clasificados.

De hecho, las autoridades estadounidenses investigaron a un estrecho colaborador de Trump, Roger Stone, de haber contactado con WikiLeaks durante la campaña electoral de 2016 para pedirle que filtraran correos electrónicos de la entonces candidata demócrata, Hillary Clinton, con el fin de beneficiar a la candidatura del ahora presidente.

Assange ha negado tajantemente haber favorecido a Trump.

En una entrevista en 2016, en plena campaña electoral estadounidense, subrayó su rechazo tanto a Clinton como a Trump. «Personalmente, no preferiría a ninguno de los dos», y agregó que es como si te preguntan que escojas «entre tener cólera o gonorrea».

REM

REDACCION EL MERCURIO

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