Título de una película que impactó a los aficionados del séptimo arte, en donde se muestra la picardía, astucia, pillería y viveza criolla de personajes que parangona su director con las vivencias de roedores. Muy bien para la promoción y venta de un filme a sabiendas que los roedores y más específicamente las ratas producen miedo y repugnancia, sin embargo, debemos ser ecuánimes a la hora de juzgarlas al considerar que no solo causan daños, sino que también tienen sus cosas positivas, como que se constituyen en la fuente de alimentación de muchos depredadores, ayudan al equilibrio del ecosistema y su instinto está orientado a conseguir alimentos provenientes de humanos para su supervivencia.
El instinto de estos animales hay que respetarlo y hay que ser juiciosos a la hora de compararlos con algunos humanos que no actúan bajo este instinto de supervivencia sino direccionados por la ambición, el robo, el fraude, el engaño, la corrupción, el enriquecimiento ilícito y la intención de hacer el daño para beneficio propio. Con esta premisa, no es aceptable que a esta especie de humanos se les llame ratas o se le compare con ellas, estos seres humanos deben ser considerados como miserables del dolor ajeno, perversos, insensatos, desgraciados y sinvergüenzas que ni siquiera encajan como cleptómanos, pues según la Real Academia de la Lengua esta acepción lo define como: “un trastorno mental que se caracteriza por una inclinación o un impulso obsesivo por robar”, ellos no son trastornados mentales, por el contrario, furtivamente e intencionadamente perjudican al prójimo en función de vivir de los demás y sobre todo del trabajo y del esfuerzo de los más necesitados que se constituyen en la gran mayoría de ecuatorianos.
No se les puede “castigar” como a ratas, porque no lo son, por ende, no hay que darles “veneno”, pero sí que la justicia los encarcele para que con el encierro paguen sus penas purgando por largo tiempo, en donde harán conciencia que hay que considerar y respetar a todos los seres humanos.