EDITORIAL|
En varios de los casos de corrupción que se tramitan, la figura utilizada por Fiscalía es la de delincuencia organizada. Cuando muchos ciudadanos escuchan estos términos los asocian con delincuentes que a mano armada asaltan en plena vía pública y a la luz del día. Pero no. No se trata de esa forma de delincuencia sino de otra mucho más peligrosa que viene asaltando a las instituciones públicas desde hace más de una década para llevarse, no un reloj o un teléfono de la víctima, sino miles de millones de dólares del pueblo ecuatoriano. Una forma de delincuencia con ramificaciones en las más altas esferas de los Poderes del Estado.
Algunas de las últimas pericias en torno uno de los casos – el del Hospital de Pedernales- en la provincia de Manabí, da cuenta de cómo una banda liderada por dos legisladores organizaba con precisión matemática el retiro de cerca de diez millones de dólares que el gobierno había transferido para esta obra fundamental para la población. Los retiros se efectuaban en días y horas planificadas para no generar dudas. Seguían procedimientos bien afinados como en una película de grandes robos. Poco a poco fueron sacando los millones de dólares y desviándolos a cuentas particulares.
Hoy en el lugar en donde debía estar construido el Hospital de Pedernales solamente hay un espacio de terreno que ha sido aplanado. Exactamente igual que en lo que debió ser durante el gobierno anterior la Refinería del Pacífico. Con la diferencia que el aplanamiento de tierras en el correísmo supuso unos mil doscientos millones de dólares. Son dos casos claros de delincuencia organizada para asaltar los fondos públicos destinados a un faraónico proyecto de refinería y a un hospital largamente esperado por una población que deberá seguir esperando. Curiosamente los dos casos en la provincia de Manabí, plaza fuerte del correísmo.