OPINIÓN|
“Ni son todos los que están, ni están todos los que son” es un aserto que lo he oído desde mi infancia. La corrupción en el sector público ha invadido todas las áreas; se necesitaría dotes de zahorí para encontrar algún sector en que este mal califique cero. Con la facilidad de comunicación salen a luz con excesiva frecuencia casos en los que se acusa a determinadas personas. Los corruptos son “pilas” para ensombrecer su identidad, lo que lleva a que, en algunos casos se salpica a quienes no han participado, lo que abre paso a generalizaciones injustificadas.
Desde hace unos días ocupa importantes espacios en los medios de comunicación el caso de los carnets de discapacitados emitidos al margen de la ley para que algunos “chughchumanas” –súper sapos- importen vehículos de lujo. En el sector público hay también “servidores” que venden los carnets, no sabemos a qué precio o “faciliten” su adquisición con elevados porcentajes. Discapacidad no implica total invalidez, como lo demuestra nuestro presidente. Hay alteraciones negativas en los organismos que limitan actividades y comportamientos.
Estamos de acuerdo con que quienes padecen estas limitaciones tengan un tratamiento especial conforme al porcentaje del daño. El fraude radica en la obtención ilegal y participan en ellos los profesionales del atraco. Así como hay profesionales del asesinato llamados sicarios los hay del robo. Informa la prensa que hay funcionarios públicos y judiciales que poseen este carnet, pero no implica que en todos los casos haya fraude.
Así como es corrupción practicar este fraude, lo es creer que todos los discapacitados están en esta jorga. La seriedad en la investigación elimina estos malos pensamientos. (O)