Karina López Pino
Su crianza hasta los 18 años llegaría a bordear los 250 mil dólares; este dato solo revela la parte financiera pero su formación va mucho más allá de frías cifras. En nuestras manos está la formación, direccionamiento, acompañamiento, crianza y su continuo aprendizaje.
Ese pequeño ser humano es parte de nuestro ser y ese hecho de manera voluntaria o involuntaria nos obliga a cambiar por completo. No necesitamos decir nada porque nuestros actos hablan por sí solos. Son nuestros comportamientos, costumbres, tradiciones, aspiraciones, miedos y metas las que van influyendo; sin darnos cuenta somos su modelo a seguir.
¿Y quién dice que los padres son perfectos? nadie se atrevería a confirmarlo porque somos seres humanos y eso nos lleva a tener una naturaleza imperfecta. Y digo esto porque con frecuencia olvidamos nuestra etapa de niñez, adolescencia y juventud y nos convertimos en militares.
El libro “Cuando la crianza no es perfecta” precisa que la formación de los hijos no es igual a la edificación de una casa en la que solo se sigue planos y listo. No es una ciencia es un acto de amor y entrega en la que no hay garantías y peor aún perfección.
Son los niños, nuestros hijos quienes nos enseñan sobre el perdón, la sinceridad, la verdadera amistad, la perseverancia, a llorar, gritar, reír y expresar emociones que olvidamos a fin de mostrarnos fuertes y a veces hipócritas con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Esa pesada responsabilidad de criar seres humanos nos conlleva a exigirles y estar detrás para garantizar calificaciones altas, para que no cometan errores y no sean parte del grupo de los indisciplinados. Y así empezamos a valorarlos por una nota y no por sus virtudes y por su esencia como seres humanos. Que se entienda bien que no estoy a favor de la ociosidad o mediocridad sino más bien apoyo al hecho de ser felices con errores. Es necesario caerse, levantarse, aprender y mejorar.
Ellos no nos exigen perfección somos nosotros los que nos autoexigimos para darles todo lo que no tuvimos. No necesitan lujos, ropa de marca, tecnología, juguetes caros solo quieren padres presentes que tengan capacidad de escuchar, mimar, educar, consentir, amar y corregir con amor.
Los padres estamos convencidos que cuanto más exigimos más tendremos el control de ellos. ¿Será?
No, porque a la primera oportunidad huirán de nosotros por irrespetar su forma de ser e individualidad. Son únicos y son seres humanos que jamás podrán ser cromos de sus padres. Una crianza feliz y sabia no está en el hecho de exigirlos y controlarlos sino de amarlos.