Claudio Malo González
Conmemoramos hoy el 211 aniversario del primer grito de la independencia que tuvo como escenario Quito. Se lo hace con feriado jubiloso ya que consideramos que fue el inicio de la emancipación de las colonias de España en esta parte del mundo. Legítimo y saludable es retornar al pasado y rendir homenaje a quienes participaron en acontecimientos trascendentales que se han ganado un sitial de honor en la historia, destacando su idealismo que llega, con frecuencia, a la pedida de la vida.
Vale la pena reflexionar en qué medida sus ideales se hicieron realidad con el tiempo. Un éxito inmediato consistió en que, luego de una larga y sangrienta lucha el imperio colonial americano de España desapareció lo que implica un importante resultado. Ciertamente se logró la libertad política, bien indiscutible, pero en el caso de Hispanoamérica tuvo lugar una cuestionable fragmentación en 19 Estados –a veces ensangrentados en luchas fratricidas- cuyo nivel de desarrollo dista del de las excolonias inglesas del norte.
Absurdo renegar de los beneficios de la libertad. Los resultados demuestran cómo se la ha puesto en práctica. Siguiendo el ejemplo de Estados Unidos los nuevos países optaron por el sistema democrático. Los hechos reales demuestran que no ha habido la eficiencia deseada y que los gobiernos legítimos se alternaron con dictadoras en las que la razón de la fuerza desplazó a la fuerza de la razón.
Los que perdieron sus vidas en la lucha por la independencia lo hicieron buscando un mejor futuro para los nuevos países. Pienso que tenemos una deuda histórica que debemos pagarla en el futuro. Lamentarse de errores pasados no soluciona problemas, pero sí los propósitos y acciones para enmendarlos. (O)