Durante las últimas semanas, ha causado preocupación en los medios nacionales, así como en ciertos colectivos de la defensa de los derechos del mar, la presencia cerca de aguas bajo soberanía ecuatoriana en las Islas Galápagos, de una numerosa flota pesquera china, de más de 200 buques, cuya sofisticada tecnología permite la captura en gran escala de ejemplares no solamente de uso industrial, sino también otros especímenes de la fauna marina que cuentan con protección internacional por tratarse de especies en peligro, tales como diversas clases de tiburones, que son endémicos en aguas cercanas a nuestras costas.
Si bien, la Cancillería ecuatoriana recientemente dio a conocer que ha dialogado con el gobierno chino, a fin de evitar daños a nuestra fauna marina, y la riqueza ictiológica de las costas cercanas a nuestro litoral, de hecho resulta más bien lírica esta postura, aun cuando China haya ofrecido respetar los límites marítimos, porque la gran pesca industrial que practica la potencia asiática resulta altamente depredadora, en la medida en que su instrumental y aparejos de pesca, en la práctica sobrepasan cualquier límite teórico en los mares, dada su capacidad de succión de la fauna marina, incluso a centenas de millas de un área protegida, como en este caso la de las Islas Galápagos.
El Gobierno ecuatoriano actúa con bastante parsimonia en este tema, no solamente de nuestro patrimonio pesquero y su explotación por parte de la pesca nacional, sino de carácter ecológico, que no solo importa al Ecuador, sino que debe ser de incumbencia de toda la comunidad internacional, ya que la mega pesca depredadora que practican potencias como China, ha sido denunciada por la comunidad científica internacional, y particularmente los expertos en fauna marina.
El Gobierno ecuatoriano quizá teme malquistarse con China, a causa de las negociaciones en curso sobre la deuda que nuestro país mantiene con la potencia oriental, pero debe defenderse mejor nuestra riqueza marina.