Las Araucarias de Cuenca empiezan su último ciclo de vida

Fueron plantadas por Luis Cordero Crespo en 1875, cuando el Parque Calderón no tenía ese nombre y el monumento no estaba ni en los planes de la ciudad. Las Araucarias de Cuenca reciben podas para alargar su ya corto tiempo de vida.

Tras 145 años de historia, las Araucarias, los enormes árboles en forma de pino provenientes de Chile, tiene por delante entre 10 y 25 años más de vida antes que deban ser retirados por el peligro de que mueran y se desplomen.

El jefe de áreas verdes de la Empresa Municipal de Aseo de Cuenca (EMAC), Nelson Dias, quien está a cargo de los trabajos de mantenimiento, explica que estos árboles son muy sensibles a la contaminación y a los cambios climáticos.

“Si el aire y el ambiente de Cuenca permanece sin incrementar su contaminación actual, los árboles podrán vivir unos 25 años más, pero si el cambio climático y la polución aumenta, no pasarán los 10 años de vida”, comenta el especialista.

Numan Cuenca, técnico de áreas verdes, explica que si bien estas plantas pueden vivir hasta 1.000 años en sus condiciones naturales, la Araucarias de Cuenca se han visto amenazadas por hongos y bacterias propias del cambio climático.

Además, al ser una especie introducida, no tienen protección natural ante agentes como el propio huicundo que le impide recibir la luz del sol a plenitud lo que dificulta su fotosíntesis.

El jefe de áreas verdes de la ciudad indica que el trabajo de mantenimiento consiste en separar ramas y hojas secas, limpiar las plantas y talar las puntas superiores que tienen un alto grado de afectación y pueden provocar que el árbol se derrumbe.

Historia

Luis Cordero, tras su exilio en Chile, trajo a Cuenca las araucarias, 8 en total, que fueron sembradas junto a la pila que en ese entonces marcaba el centro de la Plaza de Armas o Plaza Mayor, que luego tomaría el nombre de Plaza Vargas Torres, y posteriormente Parque Calderón.

Araucarias al inicio del siglo 19. Foto Fundación Barranco

Las araucarias vieron la muerte de Luis Vargas Torres en la calle Sucre, el inicio de la construcción de la Gobernación y la Catedral Nueva a fines del siglo 19 y la instalación de las primeras líneas eléctricas de la ciudad.

También fueron testigos de la caída del antiguo reloj, de las manifestaciones públicas contra gobiernos y dictaduras, y del convivir diario de la ciudad.

“Son parte de la ciudad y por eso buscamos conservarlas en lo posible”, comentan los técnicos de la EMAC. (JMM) (I)

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