El Covid-19 y la economía impacta en estos negocios
Preocupación existe en el Gremio de Maestros Peluqueros y Anexos del Azuay, que agrupa a 100 socios, sus locales antes de la pandemia registraban buena clientela hoy trabajan con cerca del 40%.
Esto ha obligado al cierre de algunas peluquerías en Cuenca, declara Mery Cortez, presidenta del Gremio.
Menciona cuatro razones fundamentales para este descenso de usuarios: ya no hay fiestas ni eventos sociales, las personas ya no buscan estos servicios que antes eran bastante demandados los fines de semana.
Otro gran porcentaje de mujeres, sobre todo oficinistas y profesionales, ya no se arreglan como antes las uñas, el cabello y los faciales, alegan que hoy la mascarilla e incluso el gorro protector de cabello no les permite lucirse.
También va en contra de este negocio formal, dice Cortez, es la proliferación de personas, sobre todo de otros países, que siguen cursos de tres meses y obtienen un certificado a través del cual se promocionan en redes sociales y ofrecen servicios de peluquería a domicilio.
Y un motivo, tal vez el principal, es el temor que aún tienen varias personas de contagiarse y evitan ir a gabinetes, pese a que estos cumplen con normas de bioseguridad.
En este gremio constan peluqueros con 30 años de trayectoria, así como mujeres, quienes se han ido actualizando en cursos y seminarios, para lo cual han invertido recursos y tiempo.
Algunas colegas de Cortez han resuelto cerrar temporalmente sus negocios y guardar sus herramientas hasta que las cosas mejoren y mientras tanto buscar otra actividad.
Sin embargo, alguien que no puede cerrar su negocio, bajo ningún motivo es Orlando Quintuña, de 46 años de edad, de este trabajo diario dependen su esposa y tres hijos. Ella no labora fuera del hogar porque debe cuidar a uno de sus hijos que tiene discapacidad.
Para reabrir su negocio, que lleva en la calle Presidente Córdova hace 28 años, Quintuña invirtió en medidas de bioseguridad desde un termómetro a 120 dólares, hasta adquirir semanalmente alcohol, amonio cuaternario para sanitización, guantes, mascarillas, traje de bioseguridad y protector facial plástico.
Pero su realidad actual es tan crítica que tiempo atrás -cuando no había Covid-19- tranquilamente él atendía a unos 15 clientes diarios, hoy a dos o máximo cinco.
Esta baja es grave, pues como sea él debe sacar mensualmente no solo para mantener a su familia, sino 170 dólares de arriendo del local, más los servicios básicos. Confiesa que está endeudado, y no precisamente con la banca privada.
“Desde que reabrí el taller es un empezar de nuevo, a pesar de que mi peluquería tiene su historia que nos ayuda pero la situación es compleja; la gente no quiere salir de casa y subirse a buses, tiene miedo; y han adquirido sus propias máquinas para cortes domésticos”.
Turistas y personas provenientes de diferentes parroquias eran, entre otros, los grandes clientes de algunas peluquerías de antaño
Un local tradicional, con el típico sillón de peluquero, sillas de madera en la parte frontal y al lado superior izquierdo la imagen del Señor de la Justicia y abajo una estampa de María Auxiliadora, así se mantiene la peluquería de Juan Tenesaca, en la calle La Condamine.
Martes 16:00 (en esta entrevista) no había nadie en su local –que lo arrienda- solo él entraba y salía, acompañado de su mascarilla…dice que así están las cosas estos meses.
Narra con nostalgia, como si hablara de épocas de antaño, como su negocio era próspero por dos tipos de clientes: los turistas que luego de un corte básico se iban tomando muchas fotos en la silla de peluquero y sus clientes de las parroquias. Hoy proliferan los gabinetes hay fuerte competencia y encima el Covid-19, dice. (I)
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