OPINIÓN|
Los casos de corrupción que se han ido descubriendo y otros que se han multiplicado en los últimos meses en Ecuador, y que tendrían como responsables a políticos y a altos funcionarios del Estado, darían cuenta de una descomposición moral cada vez mayor de sectores de la clase política ecuatoriana; hasta el punto que cabría preguntar si hay políticos que se corrompen o si hay corruptos que se hacen políticos.
Aún más, dado que los actos de corrupción conllevan actos ilegales o delictivos, y por ende delincuenciales, la pregunta más bien podría ser: ¿Hay políticos que se hacen delincuentes o hay delincuentes que se hacen políticos? Analizando objetivamente lo que ha pasado, la respuesta parece orientarnos a afirmar que en la realidad se darían los dos casos.
De hecho habrían políticos que llegan a una función pública sin antecedentes delictivos, pero que en transcurso de su gestión ceden a la tentación de aprovechar de su cargo, o de la influencia que este les da, para enriquecerse ilícitamente a través del mal uso del dinero púbico, de los negociados ilegales, etc. En este caso se trataría de políticos que se vuelven delincuentes.
Pero, por otro lado, habría también personas que ya tienen la intención previa de hacer política o de llegar a cargos públicos para delinquir o robar, y que incluso en algunos casos ya han tenido antecedentes delictivos en su vida particular. En este caso estaríamos ante delincuentes que se vuelven políticos. Quizás lo que está sucediendo, en estos días, con un expresidente y sus hijos podría ser un buen ejemplo de esto.
En cualesquiera de esos casos lo más grave para la sociedad ecuatoriana es que la política esté siendo protagonizada por varios de esos personajes, de baja condición moral, de doble discurso y de prácticas maquiavélicas; una situación que de prosperar podría conducir a que la política ecuatoriana sea redefinida como una “LUMPEN POLITICA”; lo cual llevaría, a su vez, a transitar de una democracia a una CLEPTOCRACIA.
Dado que el Gobierno actual, con una credibilidad casi nula y con acusaciones de ser también responsable de la corrupción, poco puede hacer al respecto, toca a la ciudadanía promover una cruzada emergente por el rescate ético de la política y la institucionalidad. (O)