OPINIÓN|
En los meses de junio y julio, con noches de cielos despejados, llenos de estrellas, madrugadas en las que el frío aprieta, el termómetro marca cero grados y la gente no tiene más que arroparse con bufandas, guantes, casacas, ponchos y pañolones. Es la época de las heladas que acaban con las plantas y sembríos. Había una costumbre en Cuenca de honda raigambre popular que se remontaba a tiempos muy lejanos, me refiero a la quema de las barbas de San Pedro la noche del 28 de junio; los mayores dicen que las quemas sirven para ahuyentar a las heladas de esta época; en el campo se alimentaban las hogueras con chamizas. Antes, en la ciudad, los más jóvenes guardaban con este propósito durante todo el año esteras y canastas vieja. por desgracia, se empleaban llantas como material combustible, la ciudad amanecía contaminada con una bruma tóxica y fue prohibida esta costumbre. En 1862, cuando las primeras religiosas de los SS.CC de origen francés vinieron a Cuenca para fundar el colegio, viajaron desde Naranjal siguiendo el camino de herradura que atraviesa Molleturo y el Páramo del Cajas. Al descender a Sayausí caía ya la noche, era el 28 de junio; contemplaron asombradas quemas por todas partes, al llegar a la ciudad se encontraron con el mismo espectáculo en medio del regocijo popular ¡Acaso era una bienvenida para ellas! Alguien les explicó entonces la tradición cuencana, se trataba de la quema de las Barbas de San Pedro, víspera de su fiesta. (O)