OPINIÓN|
Entre los candidatos escogidos por los partidos políticos y sus alianzas, que realizan las primarias hasta el 23 del presente mes, el pueblo deberá decidirse en las urnas. Con dos variantes respecto a pasados eventos: voto en plancha obligatorio y cambio del método para asignar escaños. Imposiciones contradictorias. Porque la primera busca reforzar las mayorías vigorizando los bloques legislativos que posibiliten gobernabilidad; la segunda los dispersa al brindar más chance a las minorías que generalmente se entregan al mejor postor.
Las reglas de juego están dadas, por lo cual prefiero concentrarme en la responsabilidad ciudadana que tiene la última palabra. Que viene gente improvisada; que las listas tienen de todo: actores, deportistas, cantantes, periodistas, oportunistas, empresarios; que los postulantes deberían poseer especialidad superior en política o al menos título de tercer nivel. Eternas exigencias que jamás se cumplen. Porque aquí prima la aceptación popular expresada mediante sondeos de opinión. Es que el principal objetivo de los aspirantes y las agrupaciones que les auspician, es atraer sufragios para triunfar; caso contrario pierden tiempo, recursos humanos y económicos.
Vista la dispersión partidista las primarias afrontan el reto de alcanzar alianzas generalmente coyunturales, que se quiebran al primera vendaval. Esto provoca el predominio del caudillismo antes que lo programático y conceptual.
Tanto a los responsables de las elecciones previas como la sociedad civil, que seleccionará los integrantes del Ejecutivo y Legislativo, debemos exigirles no solucionar todo, aunque sí políticas de Estado, sin pretender borrar el pasado para refundar el país. Es lo que pretendieron Lenín Moreno y la Asamblea, que ahora tienen el 8 y 2 %, según la encuestadora Cedatos. (O)